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Cuerpos personas
Varias
veces en este espacio comenté que las palabras son juegos sonoros que se
confabulan con nuestra imaginación para crear mundos con menos consistencia que
una pompa de jabón.
Con ellas
podemos decir acerca de caballos alados, de sus colores magníficos, de su porte
altivo y majestuoso, de cómo surcan el aire en total silencio, volviéndose casi
imperceptibles; también podemos hablar de dioses, personas sin sexo y con
alas llamadas ángeles. Las palabras
también nos sirven para crear barreras, divisiones, separaciones.
Esto nos
acerca al tema de hoy.
Al decir
por ejemplo: sentimientos, inteligencia, cuerpo, amor, valores, orgasmo, moral,
sexualidad, ideología, erotismo, tenemos la ilusión de estar exponiendo
diferentes cosas, podemos llegar a creer que no hay relación entre ellas, que
el orgasmo nada tiene que ver con la moral, por ejemplo.
Nos han
inculcado una visión fragmentada, parcializada, y por lo tanto cosificada de lo
que somos, en definitiva, una persona. Nos obligan a mirarnos en un espejo roto
que nos devuelve fragmentos inconexos.
Cada uno de
nosotros es un ser complejo, complicado a tal punto que somos desconocidos para
nosotros mismos, también cambiante, implicado íntimamente con el mundo a través
de la piel y los símbolos. Esto no debe hacernos perder de vista que cada
persona es una unidad y además única e irremplazable.
No estamos
formados por partes, somos un organismo, esto implica vida, cambio,
integración, todo esto es lo que queda englobado cuando llamamos a alguien
persona.
Hoy
compartiremos algunos textos que nos hablan de todo esto.
Fragmento de un texto de Fernando Vallejo: El fuego secreto
–Y puesto que en éstas andamos –le dije al punto a Rodrigo
con esa lucidez en el aturdimiento que a veces me concede Dios–, vámonos a
dormir.
Nos levantamos,
tomamos una de tantas botellas de la mesa, y dejándolos a todos mudos nos
fuimos adonde Clodomiro, dueño de la felicidad.
–¿Cuál cuarto quieren? –preguntó su voz cuarteada.
–Cualquiera. Pago yo.
Y le entregué mi reloj: el primero, el último. Y en el acto
se me detuvo el tiempo: hasta entonces había vivido para vivir; en adelante
creo que he vivido para recordar. Clodomiro sacó su manojo de llaves, las
llaves del cielo, y abrió: en el centro, antes de que cerrara tras de nosotros
cortando el haz de luz proveniente de afuera, obsecuente, inocente, el catre de
latón dorado del general.
Lo primero que sentí
de él fue la fiebre: en la cara, en los labios, en la boca. Diría que también
en el alma, si el alma no fuera una soberana abstracción. Pero sí, también en
el alma: el alma era la llama. Y le voy a dar un consejo, amigo: no crea que se
las sabe de todas todas y que puede decir quién es quién. Todos a la larga
somos todos, y en cierto infinito mar de las transfiguraciones nos repetimos,
con una terca obstinación. De suerte que el "yo" tarde que temprano
se hace "usted".
Atropelladamente me iba abriendo, le iba abriendo, los
botones de la camisa, de la bragueta: uno, otro, otro, de tumbo en tumbo al
ritmo del corazón. Tomó de la botella un largo trago y me lo fue dando en la
boca, y sentí que corría por mi garganta, lentamente, en un ardor de
aguardiente un arrullo de miel. Dejando su boca fui bajando por sobre rutas de
sangre agolpada en el cuello, y al llegar a su pecho, triunfo de la vida desde
el fondo de las edades, burla de lo mensurable, se levantaba hacia mí, hacia el
cielo, el egregio dios Príapo, Señor de las Burras.
Dios, impotente mirón de las cosas humanas, con sus ojos
eternos de búho, de lechuza, todo lo veía penetrando la oscuridad. Para ver, su
omnipresencia, que lo tenía en el cuarto, lo eximía de abrir un agujero en la
pared. Como novelista omnisciente, metido en todos los cuartos y corazones
ajenos, veía sin pagar. Así que mira, fíjate, date cuenta de cómo el fulgor de
estos instantes míos hace polvo la eternidad de Tu infierno.
Cuando el callado espectador sació su curiosidad, Rodrigo se
levantó de la cama y desnudo, a tientas, buscó el apagador de la luz. Brilló el
foco de cansadas bujías y nos devolvió a la realidad. "A ver con qué sale
ahora éste", pensé. Con nada. No dijo una palabra. Todo estaba concluido
para siempre, para el siempre fatal del bolero. En silencio, se puso los
calzoncillos, se puso los pantalones, se puso la camisa, se puso las medias, se
puso los zapatos. Y en silencio abrió la puerta y salió del cuarto y de mi puta
vida. Afuera atronaba el traganíquel con su ilusoria felicidad.
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Extractos
de un estupendo documento “Si
me tengo que prostituir, no es mi revolución!”
del Grupo Maleza:
“Si vamos a entender
que mi cuerpo es mío, al igual que cualquier otro objeto de propiedad privada,
es una cosa, si vamos a entender que mi cuerpo es mío porque me constituye en
un todo con mi identidad y libertad, es otra muy distinta.”
“Caracterizar a una
mujer en términos de “víctima” puede servir para señalar con claridad el lugar
estructural de desigualdad en el que se encuentra en situación de prostitución,
que no es otro que el lugar en que nos encontramos todas las que tenemos cuerpos
géneros feminizados pero potenciado.”
“Estamos hablando que
la prostitución es inmoral sólo para la moral burguesa que la celebra, para
nosotras es irrelevante en términos morales. La mujer o travesti no pierde su
dignidad humana al prostituirse, porque cambie sexo por plata, porque “esté
mal” hacer tal o cual cosa. Más bien, pone en riesgo su dignidad humana al
poner en riesgo su vida, no por lo que hace sino por las consecuencias que
puede tener lo que hace.”
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Recorriendo internet encontré lo que a continuación les
dejo, del que no conozco la autoría.
“Un resfrío ocurre
cuando el cuerpo no llora...
Un dolor de garganta
aparece cuando no es posible comunicar las aflicciones...
El estomago arde
cuando la rabia no consigue salir...
La diabetes invade
cuando la soledad duele...
El cuerpo engorda
cuando la insatisfacción aprieta...
El dolor de cabeza
deprime cuando las dudas aumentan....
El corazón renuncia
cuando el sentido de la vida parece terminar...
La alergia aparece
cuando el perfeccionismo es intolerable...
Las uñas se quiebran
cuando las defensas están amenazadas...
El pecho aprieta
cuando el orgullo esclaviza...
La presión sube cuando
el medio aprisiona...
Las neurosis paralizan
cuando el "niño interno" tiraniza...
La fiebre sube cuando
las defensas detonan las fronteras de la inmunidad....
Y tus dolores
callados? Cómo hablan ellos a tu cuerpo?
Pero cuidado....elige
qué hablar...con quién hacerlo....donde, cuándo y cómo!
Elige a alguien que
pueda ayudarte a organizar las ideas...a armonizar sensaciones y a recuperar la
alegría...!
Todos necesitamos
saludablemente de un oyente interesado....
Pero todo depende,
principalmente, de nuestro esfuerzo personal en que se produzcan
los cambios que deseamos para nuestra vida....... "
"EL CUERPO SUSURRA, DICE Ó GRITA,
LO QUE
LA MENTE NO PUEDE Ó QUIERE COMPRENDER."
La mayoría de las IMAGENES han sido
tomadas desde la web, si algún autor no está de acuerdo en que aparezcan por
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