martes, 2 de diciembre de 2014

134 - La rueda del destino

134
La rueda del destino

Las cosas trascendentes son aquellas de todos los días. No me refiero a qué ropa me pondré, qué película veré o si llego tarde, sino las fundamentales y que hacen realmente a mi vida: qué aire respiro, la comida que como, la satisfacción que el trabajo me da y las condiciones en que lo realizo,  la gente que me rodea y otros por el estilo.
Constantemente se nos vuelve adictos o sea escapistas de la realidad.  Nos acostumbramos a mirar para otro lado, a no aceptar lo que sentimos cuando no es gratificante, a evitar el dolor o la tristeza al punto de medicarnos para eludir lo que nos pasa, pretendemos no ver la corrupción, cumplimos con las órdenes cristianas de poner la otra mejilla y levantarnos y andar. Autómatas que caminamos hacia los viernes, los aguinaldos o las vacaciones para hacer lo mismo que todos los viernes, aguinaldos y vacaciones. Buscamos tener hijos para que nos entretengan, luego nietos. Claro que todas estas cosas son importantes, pero dejan de serlo cuando se convierten en opios, modos de insensibilizarnos para poder seguir en la rueda. Como esos juegos para hamsters en los que el animalito corre y corre sin llegar jamás a ningún lado, hasta que un día muere.



En las cartas del tarot hay una, la rueda de la fortuna, que representa precisamente esto, el movimiento constante pero centrado en sí mismo, no se despliega, no avanza, solamente gira alrededor de su propio eje. El dibujo es similar al juego de los parques de diversión conocido como “la vuelta al mundo” pero en lugar de los asientos en que irían las personas tiene dos animales. Los seres que están en ella se mueven según su velocidad, constantemente el panorama cambia, de pronto están abajo, luego arriba para volver a bajar. Es el juego del destino al que parecemos atados, como si no hubiera posibilidad de salir de este constante girar. Según el tarot hay una salida, en la misma carta aparece una figura que se halla sentada sobre la rueda, ella no es llevada por el incesante movimiento, es la que pudo sustraerse y mirar desde su elevada posición. Podríamos decir que es quien se ha dado cuenta del siniestro engaño, de la gran mentira del progreso, de lo material, del crecimiento, de la verdad, de los cargos. Es probable que no necesitemos demasiado, solamente ante los hechos comunes preguntarnos ¿para qué? ¿qué sentido tiene?. Quizá las circunstancias no nos permitan liberarnos, pero al menos habremos comenzado el camino para hacerlo, habremos dado estímulo a nuestras neuronas, estaremos un poco más alejados de la rueda.



Cuando estamos en este círculo infernal somos apenas un número, un voto más en la urna, como dice aquella conocida canción de Pink Floyd, "Solo es otro ladrillo en la pared", uno de tantos ladrillos, reemplazable. Por eso cuando tomo conciencia de que esta es mi vida y es lo único que tengo, que aquello en lo que me refugio, así sea el amor, la pareja, los hijos, los nietos, todo eso y el resto, son ajenos a mí, no les pertenezco, cuando me doy cuenta de esto dejo de ser ese ladrillo para ser Yo, escrito con mayúscula, irremplazable porque mi lugar no puede ocuparlo nadie más en el universo.
Cuando me enamoro capto algo de esto, ella, él, se vuelve para mí lo único, no puede ser confundida con ninguna otra u otro, me doy cuenta de que es imposible cambiarle por otra persona, que no hay posibilidad alguna. El miedo a perderla, perderlo, los celos, me dicen que yo también soy único y que no puedo pegarme, adosarme, renunciar a mi libertad para unirme de manera indisoluble a nada ni nadie, la naranja una vez cortada ya no puede volverse una. Ser único significa eso, la imposibilidad de enajenarme, perderme en otro.
No soy un ladrillo más en la pared.


Recuerdo la canción final de la película The Wall que bien podría ser el canto del Buda, aquel que también se dio cuenta de que todo está vacío, que nada me volverá pleno, me  llenará, me completará. Fue el Buda que descubrió que todo se transforma, pierde, muere, que todo, tarde o temprano me lleva al dolor, y que el deseo por estas cosas, no importa que sean materiales o las que llamamos superiores como el amor, el deseo por todo esto es el que nos ata a la rueda del destino. El deseo nunca se detiene, tenemos hambre, comemos, a las horas volvemos a tenerlo; logramos la meta que tanto quisimos, la disfrutamos, nos acostumbramos y vamos por otra o si la perdemos nos inunda el dolor y la tristeza.

Esa canción dice:


Adiós mundo cruel
Hoy te abandono.
Adiós,
Adiós,
Adiós.
Adiós, a todo el mundo,
No hay nada que puedan decir
Para hacerme cambiar de opinión.
Adiós




*****                      *****


La vida no vale nada, cuando otros se están muriendo y yo sigo aquí viviendo, cual si no pasara nada…

Hace rato veo que la gente se asombra cuando mueren personas como Marilin Monroe, Witney Houston o Robin Williams, o Justin que está en pico de zamuro o Michael Jackson cuya vida parecía no ser muy agradable, y podemos seguir con la lista de famosos que me permito nombrar por que al menos causan revuelo y desconcierto. ¿Por qué será que no pueden vivir? ¿Qué cosa tan fuerte los domina para que prefieran morir? ¿Será que todo eso que tienen no los llena, no les sirve? ¿Hasta dónde sus vidas se han vuelto nada?

Yo no voy a escribirle a un famoso, le escribo a quien tiene la tristeza en la mirada, a quien asumió que la vida es así. Un día sin saber cómo, por qué, se escondió Bolívar, se difuminó Rodríguez, y pudo más una oportunidad de muerte, de poderosos, de dinero y no soy nadie para preguntar por qué. Le escribo a cualquier hijo, sobrino, alumno, amigo que en esta vida que le ofrecimos…no pudo sobrevivir. Le escribo a los débiles que llaman, esos que supuestamente prefieren el camino fácil… ¿tú conoces el camino de los ranchos, de las violaciones, del hambre, de las ausencias, de los golpes…? ¡Carajo, qué camino tan fácil ese!

Las guerras como que son aceptadas, permiten que un pueblo desaparezca poco a poco, bajo la mirada de todos los países, se matan niños, ancianos, se acepta el hambre como castigo, se permiten crueldades, miserias, burlas, e indiferencia en el mejor de los casos. Bonita raza la nuestra, bellos los tratados internacionales que no sirven para la dignidad humana, entonces vemos normal las muertes horribles, la caza de personas, que si en animales es injustificable, en personas es degradante, y no hay justificación posible, somos o no somos humanos.

Yo le escribo a quienes no podemos hacer nada cuando la rabia nos llena de desencanto ante 43 (cuarenta y tres) maestros que ya no pueden acompañar a ningún niño, desaparecieron, así, ¡tras! en un sonar de dedos. Y nadie lo siente, es espantoso y nadie llora el dolor de las familias que no saben de sus seres queridos, y los maestros del mundo, no se quejan, los llamados a preservar la vida, no se quejan, los que defienden la educación como arma no se quejan, por que a final, son sólo 43 personas que nadie conoce, sólo unos desaparecidos más…que bonito mundo el que tenemos, que hermosa sociedad. Lindo futuro y enseñanza.

Nos quedó pequeña la vida, ¿será que ciertamente llega el final de tanta mentira en definiciones de un mundo que no le sirve a nadie cómo está? ¿Es este el concepto de sociedad global? ¿La sociedad destructiva?



Hasta aquí este texto de Isabel Fagúndez Gedler que fue publicado en internet por Argenpress.

Por todo el mundo se escuchan voces, voces similares, son las que reclaman justicia, son las que exigen igualdad, las que no se contentan con lo que nos rodea, las que no se resignan a que las cosas sean así porque saben que existen otros modos, que otro mundo es posible, que de nosotros depende que el cambio se alcance.
Seguramente no será por los medios conocidos, seguramente no será por las viejas instituciones que por lo que vemos resultan incapaces de generarlo  y mucho menos por los viejos hombres y mujeres que en su cerrado egoísmo pretenden “dirigirnos” porque se creen mejores. Pequeñitas personas que ni siquiera pueden reconocer sus errores  y creen que juegan al ajedrez del poder viendo quien gana.

Atrevámonos a una más amplia conciencia en que demos lugar a otras posibilidades, este sistema económico, este sistema de ilusiones religiosas, esta mentira política institucional ya ha demostrado sobradamente su incapacidad, por todo el mundo las voces lo delatan.

Es necesario que despertemos.
El subcomandante Marcos dice:

“Llamamos a todos y a todas a no soñar, sino a algo más simple y definitivo: los llamamos a despertar”.









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