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Xu
Lizhi
La noticia dice que Xu Lizhi, de 24 años, se quitó
la vida el 30 de septiembre al arrojarse por la ventana de su dormitorio en
Shenzhen, una de las ciudades chinas donde el gigante taiwanés Foxconn ensambla
para otras multinacionales como Apple, HP, Dell, Motorolla, Nintendo, Nokia y
Sony el iPhone, el iPad, la Xbox, la
Playstation, la Blackberry o la Wii, que luego se venderán en todo el planeta.
Foxconn es la compañía con más trabajadores del
país, unos 800.000, que manufacturan los dispositivos. Esta empresa se volvió famosa en el 2010 después de que 14 de
sus trabajadores se suicidaron y sus historias protagonizaran crónicas en los
periódicos de todo el mundo. La respuesta
empresarial consistió en contratar servicios psicológicos para sus empleados,
mejorando levemente las condiciones e instalando ¡rejas en las ventanas!
Esos suicidios son síntomas, son el estallido que
devela el conflicto irresuelto que se halla por detrás en la conocida como “la
fábrica del mundo”. Esto ocasionó una de las primeras grandes polémicas sobre
la responsabilidad corporativa de las empresas occidentales que deslocalizan su
producción para ahorrar costos.
Xu era parte de la generación de los noventas, los
hijos del milagro económico que nacieron después de las protestas en la plaza
de Tian'anmen. Estos jóvenes son los hijos del control de la natalidad, hijos
de familias campesinas han crecido en condiciones menos duras que sus padres y
abuelos, que migraron a las ciudades y no saben cultivar el campo. Son el
estamento pobre de su generación que no tuvo acceso a la educación y hoy,
desarraigados de su tierra, son el principal componente de la mano de obra del
país.
Esta generación, excluida del sistema escolar, vio
en el trabajo una opción para salir adelante, pero la realidad del sistema de
producción les tendía una trampa: las líneas de montaje con turnos continuos de
hasta 12 horas. Para ellos, que viven el ascenso de su país a los primeros
puestos de la economía mundial, la línea de montaje resulta incluso más dura y
alienante.
Estos jóvenes no solamente son mano de obra barata
para la industria tecnológica, también son su target. Se cierra así el círculo
vicioso del consumismo vinculado a la precariedad laboral: hay que dejar la
piel para poseer los objetos que tienen todos, los que aseguran la felicidad de
no quedarse atrás. Para ellos el tiempo
libre se reduce a una cerveza, cigarrillos, mensajes, juegos e internet. Soñar
más es pensar en abrir un negocio propio o vender cosas en línea, pero son sueños.
La ciudad de Shenzhen, de 15 millones de habitantes,
es la ciudad símbolo del milagro económico chino. Hace treinta años era una
aldea de pescadores frente a la colonia británica de Hong Kong. Hoy en día, es
una de las ciudades más ricas del país. El PBI per cápita en 2013 fue de 12.000
euros, con un crecimiento económico anual estimado en 13%. La edad promedio de
sus habitantes no llega a los 29 años y el 95% de su población es parte del
ejército de migrantes que se trasladaron a la ciudad en busca de un futuro
mejor. En la ciudad se vive inmerso en una atmósfera ambiciosa y de superación,
por lo cual las personas no pueden soportar la idea de tener que volver a casa
en bancarrota.
Xu Lizhi escribía ensayos, poemas y comentarios,
pero sus versos simples y sombríos encontraron una audiencia más amplia después
de su muerte. Fueron sus mismos colegas quienes los recopilaron para que un
periódico en Shenzhen los publicara de manera póstuma, los tradujeron al inglés
y los publicaron en internet.
Las suyas son
"palabras que pueden ser leídas solamente con el corazón de los
trabajadores migrantes".
Para muchos migrantes y obreros jóvenes, las
palabras de Lizhi se han convertido en un símbolo: fue él quien devolvió la voz
a una generación silenciosa y mecanizada, sepultada por las cifras y los
informes de las ongs. El suyo fue el grito de todos.
Caigo
dormido estando de pie
(20 de agosto, 2011)
El papel se desvanece en sombras delante de mis
ojos.
Con una pluma de acero esculpo un negro irregular
lleno de palabras de trabajo.
Taller, línea de ensamblaje, máquina, tarjeta de
fichar, horas extra, salario,..
Me han entrenado para ser dócil.
No sé cómo gritar o rebelarme,
quejarme o denunciar.
Sólo sé sufrir en silencio hasta el agotamiento.
Cuando pisé por primera vez este lugar,
sólo deseaba la nómina gris del día diez.
Para ello me encadeno a mi esquina y a mis palabras.
Renuncio a faltar, renuncio a enfermar, renuncio a
mis asuntos personales.
Renuncio a llegar tarde, renuncio a irme temprano.
Por la línea de ensamblaje me mantengo firme como el
acero y mis manos vuelan.
¿Cuantos días y cuantas noches
habré estado dormido de pie?
El
ultimo cementerio
Incluso la máquina está a punto de dormirse
marcando en el almacén los metales defectuosos.
Salarios ocultos tras las cortinas,
como el amor de los jóvenes trabajadores que arde en
el fondo de sus corazones
Sin tiempo para la expresión o emoción caen al suelo
hechos polvo.
Tienen el vientre forjado en hierro
lleno de un ácido espeso, sulfuro y nitrato
La industria atrapa sus lágrimas antes de que
caigan.
El tiempo ha volado y sus mentes se perdieron en la
niebla.
Los años te van pesando, duele trabajar horas extras
de día y de noche.
En sus vidas, los mareos antes de irse a casa son
habituales,
te fuerzan a dejarte la piel.
Mientras una aleación de aluminio cubre las láminas
algunos aún resisten y otros caen enfermos
Entretanto me voy durmiendo, esperando
el último cementerio de nuestra juventud.
-.-.-.-.-
"En la línea de
ensamblaje, decenas de miles de trabajadores.
En la línea como palabras en el papel.
'¡Rápido, rápido!'
Estoy entre ellos y oigo los gritos del
supervisor".
"Un área de diez
metros cuadrados, apretada y mojada.
La luz del sol no
entra ni un día al año.
Aquí como, duermo, me
cago.
Toso, tengo dolores
de cabeza, envejezco.
Me enfermo, pero no
muero".
-.-.-.-.-.-.-.
Conflicto (7 de junio, 2013)
Todos dicen
que soy un chico
de pocas palabras.
No lo niego.
Pero de todas formas,
tanto si hablo
como si no
con esta sociedad
siempre estaré
en conflicto.
-.-.-.-.-.-
Un
tornillo cayó al suelo
(9 de enero, 2014)
“Un tornillo cayó al
suelo
en su negra noche de horas extra.
Cayó vertical y tintineante
pero no atrajo la atención de nadie,
igual que aquella última vez
en una noche como ésta
en la que alguien se lanzó al vacío”.
-.-.-.-.-.-.-
“Soy como un muerto que abre lentamente la
tapa del ataúd
la juventud se detuvo en las máquinas
murió antes de
tiempo”
Lizhi intentó dejar
el trabajo que lo destrozaba, buscó en todas las bibliotecas y librerías de
Shenzen. También trató de salir de la cadena de montaje: quiso ser supervisor,
incluso gestionar la librería y la publicación interna de Foxconn, en la que
había conseguido publicar alguno de sus versos. Un día antes de saltar al vacío, Lizhi se
había reincorporado a su puesto.
Durante la noche
escribió:
“En mi lecho de muerte”:
"Quiero tocar el cielo, sentir ese azul
tan ligero
pero no puedo hacerlo, así que dejaré este
mundo.
Todos los que han oído de mí
no se sorprenderán de mi marcha".
Marx hablaba de la
enajenación del obrero en sus “Manuscritos económico-filosóficos de 1844” y
decía:
“en el capitalismo, el trabajo es algo exterior
al trabajador, es decir, algo que no forma parte de su esencia; en que el
trabajador, por tanto, no se afirma en su trabajo, sino que se niega en él, no
se siente feliz, sino desgraciado, no desarrolla al trabajar sus libres
energías físicas y espirituales, sino que, por el contrario, mortifica su
cuerpo y arruina su espíritu. El trabajador, por tanto, sólo se siente él mismo
fuera de su trabajo, y en éste se encuentra fuera de sí. Cuando trabaja no es
él mismo y sólo cuando no trabaja cobra su personalidad. Esto quiere decir que
su trabajo no es voluntario, libre, sino obligado, trabajo forzoso. No
constituye, por tanto, la satisfacción de una necesidad, sino simplemente un
medio para satisfacer necesidades exteriores a él.”
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