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Narco complicidades múltiples
Hoy nos dedicaremos a un párrafo del libro “Ciudad blanca,
crónica negra” escrito por el periodista
Carlos Del Frade *
“El problema es la corrupción policial”
También florece esta frase entre dirigentes políticos, sociales
y trabajadores de prensa. Reducir la complicidad necesaria a solamente los
integrantes de las fuerzas de seguridad, nacionales y provinciales.
Como si detrás de esos nichos de corrupción no existieran
responsables políticos, empresariales, judiciales, abogados, contadores y de
otras tantas ramas que permiten la larga cadena de eslabones que son
imprescindibles para el armado, en el tiempo y en el espacio, de un grupo
narco.
Cortar las responsabilidades en la cadena de mandos
policiales es proteger dirigentes de los propios gabinetes gobernantes. Se
hace, simplemente, por mezquindad y mediocre cálculo para las próximas
elecciones. Defiendo cerradamente al funcionario porque, de esa manera, evito
el supuesto costo político que supone admitir que lo ilegal crece desde adentro
de la estructura administrativa propia. En todo caso dejo que pase el tiempo,
lo pongo en otro lugar y poso de arcángel comprometido en la lucha contra el
monstruo de mil cabezas que siempre está allá afuera. Nunca adentro.
El problema es que la basura acumulada suele estallar.
Dormir con el enemigo no parece ser una buena estrategia.
Pero, más allá de las férreas defensas a funcionarios varios
de diversos partidos políticos, si hay corrupción policial es porque hay
corrupción política.
En el ya legendario y notable libro de Ricardo Ragendorfer y
Carlos Dutil, “La Bonaerense”, hay una frase que puede y debe tenerse en cuenta
cuando las crónicas publican información en este sentido: “Detrás de cada
policía corrupto hay un político corrupto”.
Frase que no allana el camino para la condena facilista,
falsa e hipócrita que afirma que “todos los policías son corruptos” o que
“todos los políticos son corruptos”.
Definitivamente, no.
Pero si es preciso detenerse a pensar que alguien miró para
otro lado cuando iba constituyéndose el huevo de la serpiente que luego creció
y se desarrolló en cualquier territorio.
“Esto es algo nuevo…”
La primera convención internacional sobre tráfico de sustancias
ilícitas se hizo a principios de los años sesenta del siglo veinte, la
anunciada guerra contra el narcotráfico se lanzó en Estados Unidos en 1970 y el
primero de junio de 1973 se constituyó la DEA.
El narcotráfico no es algo nuevo. Al contrario.
Su historia, como se dijo en este mismo libro al recordar la
invasión militar y económica que produjo Gran Bretaña en China el siglo
diecinueve a partir de las llamadas guerras del opio, hunde sus raíces de forma
muy honda en la crónica de Occidente.
Tampoco es nuevo en ninguna de las tres grandes provincias
argentinas: Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba.
Desde los años veinte del siglo homónimo, las crónicas
policiales hacen mención al negocio tolerado por los siempre presentes nichos
de corrupción institucionales. Lo que resulta novedoso es la aceptación desde
diferentes factores de poder que la expansión económica del mercado ilegal de
sustancias prohibidas se lleva puesta la vida de miles y miles de pibes.
Pero ya en los años setenta, dictadura mediante, las cajas
negras policiales tenían un renglón más que importante a la cuestión de la
recaudación por narcóticos a cambio de liberar diversas zonas.
Lo hipócrita es decir, justamente, que estamos ante un
fenómeno nuevo como salieron a denunciarlo la Conferencia Episcopal Argentina y
la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en el año 2013.
Como si los sacerdotes de base no vinieran alertando sobre
estos hechos desde finales de los años noventa o como si los jóvenes abogados
que asisten a militantes sociales y barriales no hayan presentado denuncias en
los tribunales provinciales, también, desde hace décadas.
“Es un problema de seguridad”
El narcotráfico no es solamente un problema de seguridad.
Es un tema de salud pública, tal como lo vienen considerando
los colombianos desde hace cuatro décadas y también de política económica.
Reducir la lectura del problema a una simple cuestión de
seguridad termina dando como resultado que el consumo masivo de sustancias
prohibidas como las decenas y decenas de vidas jóvenes que son devoradas antes
de tiempo, puede resolverse con más policías, gendarmes o soldados en las
calles.
Y eso no solamente no es verdad, sino que resulta muy
peligroso.
Porque esa es la línea de acción trazada por el imperio
desde fines de los años ochenta con Ronald Reagan a la cabeza y ejecutada en
Colombia, México y Brasil con un resultado desastroso por las vidas perdidas,
al mismo tiempo que creció la inseguridad y también el narcotráfico.
“…La droga es un enemigo peligroso”
Dicen los dirigentes políticos, económicos, judiciales y
eclesiásticos. ¿La droga, el narcotráfico o las bandas narcopoliciales?.
¿Quién es el enemigo peligroso?.
Hay pibes y pibas consumidoras porque el sistema se basa en
el consumo y el individualismo exacerbados. Por lo tanto, si hay algún enemigo,
ese es el capitalismo.
¿Realmente partidos políticos como el Justicialismo, el
Socialismo, el Radicalismo o el PRO quieren enfrentar al capitalismo?.
Remitir la identidad del “enemigo” a “LA” droga es recortar
la conciencia de la ferocidad que adquirió el sistema en el último medio siglo
donde, incluso, se ha naturalizado la perversión de consumir cuerpos de
chiquitas y chiquitos menores de doce años por la supuesta satisfacción de un
deseo.
La lucha contra el narcotráfico es la lucha contra el
capitalismo.
Por lo menos intentar que sea menos feroz.
Una pelea que debe hacerse en lo cercano, desde lo pequeño,
alumbrando esperanzas que no estén condicionadas a la imposición permanente de
consumir.
“Drogas hubo siempre…”
Suele cambiar el sujeto en esta frase comodín de tres
palabras.
“Prostitución infantil” hubo siempre, “pobres” hubo siempre,
“explotación” hubo siempre…
Se modifica el sujeto pero el predicado es igual.
Perversa naturalización de la fabricación de injusticias de
parte de minorías ricas y violentas.
Porque esta frase se utiliza para bajar la atención cuando
avanza la información precisa, con nombres, apellidos, cifras y lugares y,
entonces, se hace fundamental diluir el peso de las noticias y apabullar la
denuncia contra el muro de las tantas indiferencias cómplices del sentido común
que no hace otra cosa que justificar la manipulación de los que son más al
servicio de los pocos que dominan.
“Drogas hubo siempre y en todo el mundo”, es la zoncera
complementaria. Para quitar responsabilidades a los que gobiernan provincias,
municipios, comunas y países.
Pero el problema es qué hacen esos gobiernos hoy y aquí en
relación a las tramas mafiosas que mueven esos negocios que se sintetizan en
sangre y dinero, la ecuación permanente del sistema en más de cinco siglos.
Porque el valor de la información es decir con nombre y
apellido el cómo se articula el negocio y, entonces, una vez identificada la
red ilegal proceder a su anulación.
La frase, sin embargo, quiere desmantelar esa fuerza
potencial que lleva la investigación, generando resignación en los receptores y
sembrando impunidad en el presente.
Las particularidades ayudan a generar políticas de
transformación.
La naturalización, en cambio, es una deliberada construcción
de complicidades múltiples.
***
Reflexionemos
brevemente acerca de este texto que acabamos de leer.
Una vez más
nos encontramos ante un tema que no puede ser tomado desde una única
perspectiva y que contrariamente a lo que se dice, no es familiar ni
individual, no tiene que ver con determinadas vulnerabilidades o defectos
psicológicos, el narcotráfico y la
drogadependencia son cuestiones sociales y que desde esas perspectiva debemos
encararlas.
Siempre el
hilo se corta por lo más fino, y en este caso, como también en la
prostitución-trata de personas es la institución policial. No es cuestión de
eximirla de sus responsabilidades sino ponerla en relación como parte de la
estructura gubernamental y en última instancia obedientes de lo que el
capitalismo neoliberal dicta:
no
existen personas, existen consumidores.
*http://www.argenpress.info/2014/08/narcozonceras-ii.html
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