jueves, 22 de noviembre de 2012

10 - Derecho al Delirio



10
Derecho al Delirio


    Aunque no podemos adivinar el tiempo que será, sí que tenemos, al menos, el derecho de imaginar el que queremos que sea. Las Naciones Unidas han proclamado extensas listas de derechos humanos; pero la inmensa mayoría de la humanidad no tiene más que el derecho de ver, oír y callar.

    ¿Qué tal si empezamos a ejercer el jamás proclamado derecho de soñar? ¿Qué tal si deliramos, por un ratito? Al fin del milenio vamos a clavar los ojos más allá de la infamia, para adivinar otro mundo posible:

    El aire estará limpio de todo veneno que no venga de los miedos humanos y de las humanas pasiones;

    La gente no será manejada por el automóvil, ni será programada por la computadora, ni será comprada por el supermercado, ni será mirada por el televisor;

    El televisor dejará de ser el miembro más importante de la familia, y será tratado como la plancha o el lavarropas;

    La gente trabajará para vivir, en lugar de vivir para trabajar;

    Se incorporará a los códigos penales el delito de estupidez, que cometen quienes viven por tener o por ganar, en vez de vivir por vivir nomás, como canta el pájaro sin saber que canta y como juega el niño sin saber que juega;

    En ningún país irán presos los muchachos que se nieguen a cumplir el servicio militar, sino los que quieran cumplirlo;

    Los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo, ni llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas;

    Los cocineros no creerán que a las langostas les encanta que las hiervan vivas;

    Los historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos;

    El mundo ya no estará en guerra contra los pobres, sino contra la pobreza, y la industria militar no tendrá más remedio que declararse en quiebra;

    La comida no será una mercancía, ni la comunicación un negocio, porque la comida y la comunicación son derechos humanos;

    Nadie morirá de hambre, porque nadie morirá de indigestión;

    Los niños de la calle no serán tratados como si fueran basura, porque no habrá niños de la calle;

    Los niños ricos no serán tratados como si fueran dinero, porque no habrá niños ricos;

    La educación no será el privilegio de quienes puedan pagarla;

    La policía no será la maldición de quienes no puedan comprarla;

    La justicia y la libertad, hermanas siamesas condenadas a vivir separadas, volverán a juntarse, bien pegaditas, espalda contra espalda;

    Una mujer, negra, será presidenta de Brasil y otra mujer, negra, será presidenta de los Estados Unidos de América; una mujer india gobernará Guatemala y otra, Perú;

    En Argentina, las locas de Plaza de Mayo serán un ejemplo de salud mental, porque ellas se negaron a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria;

    La perfección seguirá siendo el aburrido privilegio de los dioses; pero en este mundo, en este mundo chambón y jodido, cada noche será vivida como si fuera la última y cada día como si fuera el primero.”

Eduardo Galeano


Hoy hemos comenzado con este hermoso texto de Eduardo Galeano, el Derecho al Delirio, leído por él mismo.
Qué refrescante es encontrar a alguien que en lugar de imponernos la seriedad, la  exactitud y perfección, lo político y socialmente correcto nos dice:  “¿Qué tal si empezamos a ejercer el jamás proclamado derecho de soñar? ¿Qué tal si deliramos por un ratito?”
Qué hermoso esto de “delirar por un ratito”, de salirnos de la rutina, de la sumas y restas y los jefes y las morales y las cobardías que nos atan a un suelo barroso y maloliente.
“Delirar un ratito”, romper con nuestra imagen, con nuestros credos y sapiencias y obligaciones. Con la escuela de los chicos, con la comida por hacer, con la camisa planchada, con hacer lo que la empresa quiere, con ser fiel a mi partido o mi iglesia.  Seamos un poco locos, por un ratito no más, y ensayemos lo que es caminar sin motivo, tirarnos en la cama y escuchar música, o al viento o a los vecinos o nada porque sí no más. Y la mayor locura, sonriamos aunque no tengamos motivo, aunque no tengamos ganas, aunque todo este mundo se esté desplomando. ¡Rescatemos nuestro derecho al delirio !!


Y esto no es cuestión de capacidad intelectual ni de títulos, sino de coraje. De coraje para pensar en un mundo de humanos y para humanos, no para gobiernos, no para estados  ni para partidos políticos y menos aún para empresas, aunque estas sean empresas de religión.
Un planeta de humanos y para humanos en el que el hambre no sea una variable, en que la enfermedad sea lo extraño y no el comercio de laboratorios y clínicas, en el que la guerra sea parte de la historia pasada y no la historia de todos los días para poder traficar mejor drogas, petróleo y personas.
Soñemos porque todo esto es posible, hoy es posible ¡!! Hoy somos capaces de producir bienes para satisfacer básicamente a todos y todas en todas partes del mundo.
¿para qué algunos quieren miles de hectáreas si con unos cuantos metros tienen suficiente? 



Podemos pensar que en ese mundo “nadie será considerado héroe ni tonto por hacer lo que cree justo en lugar de hacer lo que más le conviene” porque lo que le conviene, lo que nos conviene a todos es hacer lo justo.  Si vos, yo , todos vamos haciendo lo  que creemos justo y no tratando de rapiñar lo que también es para los demás, iremos sembrando paz y justicia y esa paz y justicia nos será devuelta.


Y también aprenderemos a ser justos con la naturaleza. Ghandi todos los días usaba una cubeta para lavarse. Un día, distraído, gastó agua de más y se mostró preocupado. Un amigo le preguntó cuál era su inquietud si esa ciudad estaba rodeada de ríos y podía tomar de ellos lo necesario. Ghandi contestó que la parte que a él le correspondía era una cubeta, más sería abusar de la naturaleza.
 ¿Necesitamos tanto oro que debemos destruir montañas, contaminar aguas,  ensuciar el aire?


Y también como dice Galeano: “seremos imperfectos porque la perfección seguirá siendo el aburrido privilegio de los dioses”. No buscaré nunca más tener las respuestas, saber, poder opinar de todo. La perfección será un chiste pues a todos causará mucha risa siquiera insinuar que es posible.
No exigiré a mis hijos que  saquen la mejor nota, ni que sean los mejores deportistas, o que superen a otros en arte, o que tengan una voluntad inquebrantable, ni que resuelvan ecuaciones mentalmente. Sí velaré que  conserven intacta su capacidad de alegría, de frescura. Quizá eso sea lo más elevado que el humano puede alcanzar:  poder reír y ser generoso con su sonrisa.





La mayoría de las IMAGENES han sido tomadas desde la web, si algún autor no está de acuerdo en que aparezcan por favor enviar un correo a  alberto.b.ilieff@gmail.com y serán retiradas inmediatamente. Muchas gracias por la comprensión.
 




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