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Libertad
Hola, nos
encontramos nuevamente en este espacio que uds y nosotros vamos formando.
Hasta ahora
hemos venido hablando de la enorme posibilidad que tenemos de pensar por
nosotros mismos, de darle alas a nuestra imaginación, de soñar hasta lo imposible.
Shakespeare fue quien en alguna de sus obras, no recuerdo cual, dijo que los
humanos somos del mismo material que los sueños. Hasta ese punto nosotros y los
sueños somos de la misma tela, somos hechos el uno del otro, por eso es que una vida sin sueños pierde su
encanto, por eso el “desilusionado”, la “desilusionada” sufren
irremediablemente hasta que algo, alguien, como en los cuentos, es capaz de
darle nuevamente el beso de la ilusión, aquel que lo, la, despertará.
Todo esto
nos lleva a otro tema, el de la libertad. Claro, para pensar por nosotros
mismos tenemos que estar libres, eso
significa atrevernos a ir por donde se nos ocurra y hasta donde nos dé el
cuero. Si tenemos prejuicios que nos están presionando, si aparecen las
prohibiciones que desde la infancia o que desde ayer tenemos incorporadas, si
aparecen sotanas o libros sagrados o profanos o doctores en medicina, en
psicología, en lo que fuere a decirnos que eso no esta bien, que aquello no lo
debemos pensar, que la cosa es por otro lado, ya no estaremos tranquilos para
soñar.
Esto de la
libertad es un lindo tema que todos creemos conocer. Siempre que alguien dice
“libertad” “salud” “inocencia” “moral” “bueno” “malo” y muchas otras palabras
más, se encienden todas mis alarmas para indicarme que estoy en zona peligrosa,
muy peligrosa.
La libertad guiando al pueblo. Eugene Delacroix |
¿Cuál en el
principal peligro?
Creer que
algo de eso existe, que lo podemos encontrar así, como la palabra lo indica, en
estado puro. Que puede existir algo como la total inocencia, o la bondad o la
maldad.
Las
palabras nos hacen creer que siempre hacen referencia a algo, que siempre
señalan algo, que si se lo nombra
necesariamente existe.
Las
palabras forman parte de un juego extraño, dicen, indican, pero no son nada más
que sonidos que en sí mismo nada significan. Si tienen algún sentido es porque
nosotros se lo dimos.
Son un
fantasma, un espejismo, hasta tal punto que pueden nombrar aún lo que no existe
ni jamás existirá.
Es
peligroso y esto puede llevarnos al abismo, entregarnos con los ojos cerrados a
las palabras.
Rumores de libertad. Alberto Bonus |
La otra
cuestión es creer que cuando alguien dice alguna de estas enormes palabras,
todos entendemos y pensamos lo mismo. Aún
en esto la diversidad aparece con
claridad: lo que para mí es la dulzura no necesariamente tiene que ser lo mismo
que para Ud o para su vecina.
Algo así
sucede con esto de la “libertad”. Evidentemente la libertad no es lo mismo para
las izquierdas que para las derechas, tampoco para el que pasa hambre que para
el rico, para el niño que para el adulto.
La libertad
no es algo. Si la buscamos no la encontraremos, aunque sabemos que por ahí
anda.
Jacob luchando contra el ángel |
No existe
libertad absoluta, siempre estamos condicionados.
En el
pensamiento estamos condicionados por el idioma, por nuestros miedos, por los
deseos, por los prejuicios, por las enseñanzas, por el tiempo que tengo para
soñar, por la mucha o poca comida o bebida.
Sabemos que
puede existir un mundo de objetos maravillosos o de países para visitar, de
libros para leer, de espectáculos para ver, pero si no tengo el tiempo o el
poder económico, o más simplemente, el estómago lleno, de nada sirve que
existan ahí y me estén esperando, no tengo libertad para acceder a ellos,
aunque me digan que sí soy libre. Hay mil factores que hacen que pueda en mayor o menor medida. Por eso más que
hablar de libertad tendríamos que hablar de las condiciones de nuestra libertad
o de grados de libertad.
La libertad
no se tiene, se obtiene, de logra, se agranda, no es algo que ya se tiene sino
algo que se construye y nunca definitivamente.
Y en esto
de la construcción volvemos a la acción, no puede ser de otro modo. Porque la
libertad es el fruto del hacer, de ir rompiendo cercos, alambrados, ir ganando
pensamientos nuevos, sensaciones nuevas. Una buena forma es ir rompiendo
rutinas. Las rutinas nos adormecen, nos atontan, nos acostumbran a siempre lo
mismo quitándole sabor y sorpresa a cada día.
Vayamos a
algo cercano. Ud. será más libre si en lugar de durar detiene algunos de todos
esos quehaceres que cree tan importantes y fundamentales y se pregunta y se
contesta que puede hacer para mejorar o modificar algo, por ejemplo, hacer más placentera su pareja, o su sexo, o
más relajada su vida.
También
será más libre si concreta sus proyectos por ejemplo si comienza la escuela
para terminarla de una vez, o el curso de tejido que siempre quiso hacer o de
pintura o de lo que sea.
Sea libre
también para tirar al demonio ese libro
que no tolera pero que empecinadamente “debe” terminar.
Tire
también todos los “debo” hacer o dejar de hacer, pensar o dejar de pensar,
sentir o dejar de sentir esto o aquello. Los “debos” son cadenas que nos
esclavizan desde nuestra propia cabeza y por eso son difíciles de romper. Uno
cree que se maneja libremente cuando en realidad son ellos que nos mueven como
marionetas.
Esto
significa que “debo” hacer todo lo que mi cabeza me prohíbe? Si hiciera eso
estaría nuevamente preso de otro debo.
Cada vez
que descubro en mi interior uno de esos mandatos, de esas imposiciones me
pregunto qué es lo que quiero yo, y a partir de ahí evalúo la consonancia que
tiene con toda mi vida, con lo que quiero para mí, con mis deseos y mis
principios, entonces decido. Quizá termine cumpliendo con el “debo” o “no debo”
pero ahora es distinto, ya no como una orden que obedezco sino como una decisión
propia, mía.
Cada paso
de estos le llevará a un grado más de libertad que provocará otras preguntas y
otros cambios.
Ultimo día de la libertad |
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