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Llanto por Ignacio
Sánchez Mejía
Hasta ahora hemos
hablado de la diversidad, hoy quiero que entremos en otro terreno donde
podamos encontrarnos directamente con
este paisaje diverso.
El arte se presta a
esto sobradamente. Es en esto dónde podemos encontrarnos a cada paso con la
diferencia, con lo que llamo factor personal.
En este punto está
el llamado artista, el que tiene una visión particular de algún hecho, de algo
que puede ser trivial, secundario.
Foto Guillermo Giambiagi |
Hace muy poco visité
una muestra de fotografías realizada por un vecino, de paso lo promociono,
Guillermo Giambiagi. Sus obras fueron compradas incluso por el Museo Malba de
la ciudad de Bs As. Lo especial de ellas es que son trivialidades, son botellas
sobre un mantel, en una mesa de cocina, mesa mantel cocina comunes. Lo
impactante es su visión de esas simples cosas, el brillo y los colores que pudo
encontrarles y el ángulo desde dónde las miró. También su capacidad para
detenerse y hallar belleza en eso de todos los días y todas las casas. Esa es
un firma personal, lo que ningún otro puede hacer porque es propio suyo, lo que
lo hace diferente.
Pero cuidado, al
hablar del artista también estoy hablando de cada uno y una de nosotros, porque
todos tenemos esa visión especial, ese oído para detectar belleza, la danza en
el cuerpo, los colores en el aire.
Quizá no tengamos la
vocación o las técnicas que tiene aquel al que llamamos artista, pero sí
tenemos esa visión personal, única, diferente. Muy posiblemente ni siquiera lo
sepamos porque no nos han enseñado a detectarla, a darle valor, tan ocupados
estaban en enseñarnos a ser como el rebaño, a mirar para un solo lado lo que el
monarca de turno quiso y quiere que veamos.
Foto Guillermo Giambiagi |
Por eso, en todo
esto, no hay mejor ni peor, porque cuando digo “me gusta” o “no me gusta”
cuando digo “te quiero” o “no te quiero” ya estoy en lo personal, es lo de mi piel
hacia adentro, y ahí soy yo quien pongo las leyes y nadie puede cuestionarme.
Podemos hacer análisis intelectuales o nuestro psicólogo nos podrá orientar,
pero lo que nos gusta, lo que sentimos, los que soñamos es personal,
incuestionable y propio y por eso mismo tiene un valor.
Lo mismo sucede
cuando la obra de ese artista es vista u
oída, podemos ir desde la admiración hasta el franco rechazo pasando por la
indiferencia. Algo me puede mover a la tristeza y a Ud provocarle indiferencia
y a su vecina recuerdos de amor. Y todo
esto está bien, y todo esto vale y nada es mejor o peor, porque ahí está en
juego nuestro factor personal. Todo esto es precisamente lo que nos hace
iguales pero distintos.
Hay una poesía que
siempre me conmueve profundamente, despierta sentimientos e imágenes muy fuertes
y hoy quiero compartir apenas unas estrofas con Uds. Federico García Lorca, su
autor, quien siempre logra tocarme algún sentimiento, escribe ante la muerte de
su amigo Ignacio Sanchez Mejía, quien fue torero y escritor y falleció de
gangrena a causa de una cornada en 1934.
García Lorca al amor
y el dolor y la pérdida y la despedida pudo ponerle palabras, pudo hacerla
arte.
En esta poesía veo
la muerte de Ignacio Sánchez Mejía pero también la de cualquier ser querido, el
dolor de García Lorca se parece al mío, y quizá también al suyo, sin dejar por
eso de ser diferente, personal, propio.
La descripción del
momento de la cornada, luego el horror de ver a su amigo sangrando, y su propio
rechazo y su propio grito de dolor cuando todo lo llamaba a mirar esa sangre
brotando del cuerpo amado: “¡Que no quiero verla!“
Y por último, lo que
creo que ya es la tristeza derramada en el alma, la que va pacificando y
llevando a la resignación ante lo irreversible:
“Porque, tú has muerto para siempre
Federico García Lorca |
como todos los muertos
de la Tierra, “
Llanto por Ignacio
Sánchez Mejía
La cogida y la muerte
A las cinco de la
tarde
Eran las cinco en
punto de la tarde.
Un niño trajo la
blanca sábana
a las cinco de la
tarde.
Una espuerta de cal ya
prevenida
a las cinco de la
tarde.
Lo demás era muerte y
sólo muerte
a las cinco de la
tarde.
A las cinco de la
tarde.
¡Ay, qué terribles
cinco de la tarde!
¡Eran las cinco en
todos los relojes!
¡Eran las cinco en
sombra de la tarde!
2
La sangre derramada
¡Que no quiero verla!
Dile a la luna que
venga,
que no quiero ver la
sangre
de Ignacio sobre la
arena.
¡Que no quiero verla!
¡No me digáis que la
vea!
No quiero sentir el
chorro
cada vez con menos
fuerza;
ese chorro que ilumina
Federico García Lorca |
los tendidos y se
vuelca
sobre la pana y el
cuero
de muchedumbre
sedienta.
¡Quién me grita que me
asome!
¡No me digáis que la
vea!
3
Cuerpo presente
Yo quiero que me enseñen
un llanto como un río
que tenga dulces
nieblas y profundas orillas,
para llevar el cuerpo
de Ignacio y que se pierda
sin escuchar el doble
resuello de los toros.
No te conoce el toro
ni la higuera,
ni caballos ni
hormigas de tu casa.
No te conoce el niño
ni la tarde
porque te has muerto
para siempre.
Porque, tú has muerto
para siempre
como todos los muertos
de la Tierra,
como todos los muertos
que se olvidan
en un montón de perros
apagados.
Quién puede cuestionar o siquiera atreverse a comentar lo
que sintió García Lorca, la índole de su amor, de su dolor. Es su ser único, es
su factor personal el que usando las palabras de todos, el mismo idioma suyo y
mío, el mismo papel blanco y quizá una hoja de cuaderno común, un lápiz o
birome o cualquier otra cosa, digo: es su ser único el que aquí se muestra.
Ante lo más universal y seguro de ser humano, que todos y
todas vamos a morir, con lo universal del idioma, él puso en juego lo personal,
lo propio y creó esta obra.
Cada uno de nosotros es un Federico García Lorca, con lo
universal hacemos lo personal, por eso
las comidas pueden tener un gusto propio de cada uno, por eso el amor lo llevo
a mi forma de amar y a quién amo, la verdad general se convierte en mi o en Ud
en su verdad personal, aquella que ud acepta y toma como tal, ahí parece lo
general en lo personal o si quieren al revés, lo personal en lo general.
El modo como Ud hace o deshace la cama, el modo cómo me
contesta, el modo como se excita sexualmente y con quién se excita, el modo de
vivir su ser mujer u hombre o chico, hasta el modo como cada mañana se
despierta y se peina muestran, gritan al universo su diversidad.
Acá no caben jueces, no caben fiscales, ni morales ni
códigos, es de nuestra piel hacia adentro, hacia el interior de nuestro
territorio donde ninguna otra persona tiene permiso para entrometerse.
Foto Guillermo Giambiagi |
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