sábado, 17 de noviembre de 2012

5 - Llanto por Ignacio Sánchez Mejía



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Llanto por Ignacio Sánchez Mejía

Hasta ahora hemos hablado de la diversidad, hoy quiero que entremos en otro terreno donde podamos  encontrarnos directamente con este paisaje diverso.
El arte se presta a esto sobradamente. Es en esto dónde podemos encontrarnos a cada paso con la diferencia, con lo que llamo factor personal.
En este punto está el llamado artista, el que tiene una visión particular de algún hecho, de algo que puede ser trivial, secundario.
Foto Guillermo Giambiagi
Hace muy poco visité una muestra de fotografías realizada por un vecino, de paso lo promociono, Guillermo Giambiagi. Sus obras fueron compradas incluso por el Museo Malba de la ciudad de Bs As. Lo especial de ellas es que son trivialidades, son botellas sobre un mantel, en una mesa de cocina, mesa mantel cocina comunes. Lo impactante es su visión de esas simples cosas, el brillo y los colores que pudo encontrarles y el ángulo desde dónde las miró. También su capacidad para detenerse y hallar belleza en eso de todos los días y todas las casas. Esa es un firma personal, lo que ningún otro puede hacer porque es propio suyo, lo que lo hace diferente.
Pero cuidado, al hablar del artista también estoy hablando de cada uno y una de nosotros, porque todos tenemos esa visión especial, ese oído para detectar belleza, la danza en el cuerpo, los colores en el aire.
Quizá no tengamos la vocación o las técnicas que tiene aquel al que llamamos artista, pero sí tenemos esa visión personal, única, diferente. Muy posiblemente ni siquiera lo sepamos porque no nos han enseñado a detectarla, a darle valor, tan ocupados estaban en enseñarnos a ser como el rebaño, a mirar para un solo lado lo que el monarca de turno quiso y quiere que veamos.

Foto Guillermo Giambiagi
Por eso, en todo esto, no hay mejor ni peor, porque cuando digo “me gusta” o “no me gusta” cuando digo “te quiero” o “no te quiero”  ya estoy en lo personal, es lo de mi piel hacia adentro, y ahí soy yo quien pongo las leyes y nadie puede cuestionarme. Podemos hacer análisis intelectuales o nuestro psicólogo nos podrá orientar, pero lo que nos gusta, lo que sentimos, los que soñamos es personal, incuestionable y propio y por eso mismo tiene un valor.

Lo mismo sucede cuando la obra de ese artista es vista  u oída, podemos ir desde la admiración hasta el franco rechazo pasando por la indiferencia. Algo me puede mover a la tristeza y a Ud provocarle indiferencia y a su vecina recuerdos de amor.  Y todo esto está bien, y todo esto vale y nada es mejor o peor, porque ahí está en juego nuestro factor personal. Todo esto es precisamente lo que nos hace iguales pero distintos.

Hay una poesía que siempre me conmueve profundamente, despierta sentimientos e imágenes muy fuertes y hoy quiero compartir apenas unas estrofas con Uds. Federico García Lorca, su autor, quien siempre logra tocarme algún sentimiento, escribe ante la muerte de su amigo Ignacio Sanchez Mejía, quien fue torero y escritor y falleció de gangrena a causa de una cornada en 1934.

García Lorca al amor y el dolor y la pérdida y la despedida pudo ponerle palabras, pudo hacerla arte.
En esta poesía veo la muerte de Ignacio Sánchez Mejía pero también la de cualquier ser querido, el dolor de García Lorca se parece al mío, y quizá también al suyo, sin dejar por eso de ser diferente, personal, propio.
La descripción del momento de la cornada, luego el horror de ver a su amigo sangrando, y su propio rechazo y su propio grito de dolor cuando todo lo llamaba a mirar esa sangre brotando del cuerpo amado: “¡Que no quiero verla!
Y por último, lo que creo que ya es la tristeza derramada en el alma, la que va pacificando y llevando a la resignación ante lo irreversible:
Porque, tú has muerto para siempre
Federico García Lorca
como todos los muertos de la Tierra, “


Llanto por Ignacio Sánchez Mejía

La cogida y la muerte

A las cinco de la tarde
Eran las cinco en punto de la tarde.
Un niño trajo la blanca sábana
a las cinco de la tarde.
Una espuerta de cal ya prevenida
a las cinco de la tarde.
Lo demás era muerte y sólo muerte
a las cinco de la tarde.

A las cinco de la tarde.
¡Ay, qué terribles cinco de la tarde!
¡Eran las cinco en todos los relojes!
¡Eran las cinco en sombra de la tarde!

2
La sangre derramada

¡Que no quiero verla!

Dile a la luna que venga,
que no quiero ver la sangre
de Ignacio sobre la arena.

¡Que no quiero verla!

¡No me digáis que la vea!
No quiero sentir el chorro
cada vez con menos fuerza;
ese chorro que ilumina
Federico García Lorca
los tendidos y se vuelca
sobre la pana y el cuero
de muchedumbre sedienta.
¡Quién me grita que me asome!
¡No me digáis que la vea!

3
Cuerpo presente

Yo quiero que me enseñen un llanto como un río
que tenga dulces nieblas y profundas orillas,
para llevar el cuerpo de Ignacio y que se pierda
sin escuchar el doble resuello de los toros.

No te conoce el toro ni la higuera,
ni caballos ni hormigas de tu casa.
No te conoce el niño ni la tarde
porque te has muerto para siempre.

Porque, tú has muerto para siempre
como todos los muertos de la Tierra,
como todos los muertos que se olvidan
en un montón de perros apagados.

Quién puede cuestionar o siquiera atreverse a comentar lo que sintió García Lorca, la índole de su amor, de su dolor. Es su ser único, es su factor personal el que usando las palabras de todos, el mismo idioma suyo y mío, el mismo papel blanco y quizá una hoja de cuaderno común, un lápiz o birome o cualquier otra cosa, digo: es su ser único el que aquí se muestra.
Ante lo más universal y seguro de ser humano, que todos y todas vamos a morir, con lo universal del idioma, él puso en juego lo personal, lo propio y creó esta obra.

Cada uno de nosotros es un Federico García Lorca, con lo universal hacemos lo personal,  por eso las comidas pueden tener un gusto propio de cada uno, por eso el amor lo llevo a mi forma de amar y a quién amo, la verdad general se convierte en mi o en Ud en su verdad personal, aquella que ud acepta y toma como tal, ahí parece lo general en lo personal o si quieren al revés, lo personal en lo general.
El modo como Ud hace o deshace la cama, el modo cómo me contesta, el modo como se excita sexualmente y con quién se excita, el modo de vivir su ser mujer u hombre o chico, hasta el modo como cada mañana se despierta y se peina muestran, gritan al universo su diversidad.

Acá no caben jueces, no caben fiscales, ni morales ni códigos, es de nuestra piel hacia adentro, hacia el interior de nuestro territorio donde ninguna otra persona tiene permiso para entrometerse. 

Foto Guillermo Giambiagi


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