jueves, 29 de noviembre de 2012

16 - Amor romántico



16
Amor romántico 1


Esperame en el cielo corazón
Si es que te vas primero
Esperame que pronto yo me iré ahí donde tu estes….

Así dice este bolero pleno de romanticismo

Recuerdo al poeta cuando escribe
“Porque ese cielo azul que todos vemos
ni es cielo ni es azul.”

Es verdad, ese cielo azul es  como el romanticismo,  cuando se lo quiere agarrar desaparece. Porque ese azul es vacío que se extiende y expande, que se abre y constituye infinito. Más allá, estrellas, galaxias que se van alejando en un cosmos negro de planetas, soles  y cometas. ¿dónde podría esperarte? ¿dónde recostar mi cabeza para soñarte? No hay amor un más allá dónde esperarte, no hay un arco iris en el que pueda recostarme hasta que llegues a mí.
Por todo esto, te quiero en esta tierra de lluvias y azucenas, donde el semáforo rojo no es amigo del tilo, donde los perros no aúllan a la luna.
No me esperes, no te esperaré, porque el amor es aquí y ahora o no es. No quiero soñar con tu mirada, esperar una mañana para que vuelvas a sonreírme, no te esperaré en el cielo porque no es azul ni es cielo.

Este es nuestro tema de hoy, el amor romántico. Aclaro, no es el tema el amor, sino una de sus formas, la romántica.
El romanticismo ha dejado una huella profunda que salta en novelas, música, películas y esta grabado en nuestros deseos y por eso anhelamos perdernos en corazones, escuchar campanas y arrullarnos en brazos siempre tibios, siempre dispuestos, siempre nuestros. Sobre todo, nuestros, porque para que el amor sea verdadero tiene que venir con título de propiedad y de entrega total garantida.
Hemos llenado nuestras casas con sueños románticos, con maternidades y paternidades maravillosas, creyendo que es el único sentido de la existencia humana, siglos y siglos de evolución para culminar victoriosamente en nuestro hijito. O quizá, siendo más sinceros, en nuestra paternidad o maternidad que ese hijo consagra.



Soñamos con esa cama grande, para dos, en la que luego quedamos atrapados en incomodidades y frazadas casi compartidas.

Una vez más  me parece necesario  aclarar que las cosas y las relaciones no son naturales en el ser humano, que son resultado de la interacción social e histórica. Que la familia como la conocemos: mamá, papá, hijitos, que el cuidado de los niños, que la ancianidad, por nombrar unos pocos temas, no siempre existieron del modo como hoy las entendemos y conocemos, es necesario saber que en otros momentos históricos tuvieron otras características. Lo mismo sucede con lo que llamamos “amor”

Siempre  hemos considerado el amor pasional un fenómeno individual, que acontece en el interior de cada persona como un proceso ‘mágico’ e ‘inevitable’  llamado enamoramiento que transforma nuestra vida entera. Lo cierto es que se trata de una construcción social y simbólica que varía según las culturas y las épocas históricas.
Recordemos que “amor” es una de esas palabras que son casi imposibles de definir, ¿quién puede decir qué es el amor? ¿quién lo ha medido alguna vez para conocer su intensidad o comparar si tal ama más qué cual?  Podemos decir que existen tantos tipos de amor como personas, por eso, todo lo que se pueda decir acerca del amor será siempre verdadero aunque sea solamente para algunas personas y no para otras. Porque  estamos adentrándonos en los sentimientos, eso que pasa en el interior de la gente y no puede ser visto, no lo capta una cámara ni se puede medir o pesar, solamente lo conoce quién lo esta sintiendo.
Es en nuestra sociedad occidental que el llamado “amor” tiene un lugar central en las relaciones humanas, especialmente en las familiares, pero tengamos en cuenta que esto no sucede en otras partes del mundo, una vez más,  salgamos del centro y aceptemos que en otros lados las personas se manejan de manera muy diferente.






Nuestro  amor es tan grande que nunca termina
Y esta vida es tan corta y no basta para nuestro idilio





No necesito amarte para siempre porque solamente puedo sentir ahora, en este momento únicamente, mañana, pasado, siempre, no puedo saberlo, porque yo cambio, vos también cambias, todo, absolutamente todo cambia, por eso gocemos hoy esto que sentimos que el mañana se cuidará a sí mismo.

Es el amor romántico  idealizado  como un sentimiento diferente y superior a las puras necesidades fisiológicas como puede ser el deseo sexual, el que resalta las emociones y las coloca en primer plano como si fueran lo único y fundamental. Inútil tarea porque como es ideal nunca coincide con una persona de carne y hueso.

Tiene símbolos  como una flor, un pétalo prisionero entre las hojas de un libro, una mirada profunda, un susurro, una caricia o un beso furtivo. También música suave, violines y aguas apenas iluminadas.
El romance exige misterio y quizá hasta algún obstáculo que lo engrandezca, es la promesa de la felicidad y el éxtasis, la chispa que enciende la hoguera de las pasiones.
Por eso el romántico se siente atraído por el héroe, el genio y la figura excepcional y siente predilección por lo exótico, remoto, extraño, llegando a lo  oculto, monstruoso, enfermo, deforme y hasta satánico.
Este mercado sentimental constituye una especie de búsqueda compulsiva del paraíso emocional en el que las ansias de autorrealización y de felicidad serían cumplidas a través de una única persona gracias a la cual podemos sentirnos escuchados,  apoyados incondicionalmente, acompañados en la lucha. Imaginamos al amor como una fuente de felicidad absoluta y de emociones compartidas que amortiguan la soledad. En pareja las personas se sienten ‘al menos’ acompañadas.

Es parte de esta idealización creer que será para toda la vida, que es exclusivo (no podré amar a nadie más), incondicional (te amaré pase lo que pase y te acepto totalmente como sos) e implica un elevado grado de renuncia (te quiero más que a mi vida, puedo hacer cualquier cosa por vos).
Y todo es para siempre, más allá de la muerte , como dice el bolero  Y esta vida es tan corta y no basta para nuestro idilio” y prometemos lo que no tenemos ni podemos cumplir, y nos exaltamos escuchando nuestras propias voces, y queremos también oír lo mismo de ella, de él, y así nos vamos drogando, rogando ser engañados y engañando, todo por amor.




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