martes, 27 de noviembre de 2012

14 - Budismo 1



14
Budismo 1


Hoy vamos a visitar otro mundo de pensamientos: el budismo.
No es una religión tal como nosotros las conocemos, acá no hay dios, dioses, seres inmateriales, cielos o infiernos, ni siquiera hay mandamientos. Es más un modo de entender y  practicar la vida.
Buda no es un dios, en el origen solamente un símbolo, una persona que llegó a un estado de mente distinto al habitual conocido como Nirvana  y adquirió una comprensión diferente del mundo y de la vida. 


Las imágenes del Buda lo muestran siempre sentado, los ojos cerrados y sobre todo con cara completamente serena.
Es casi inevitable la comparación con las imágenes de nuestra cultura, por ejemplo las publicitarias donde todo es movimiento, sonido, color, sonrisas estereotipadas, sexualizadas o con las religiosas con sus hombres muy flacos sangrando clavados en una cruz o corazones sangrantes o como la de ese joven atado a un poste y con el cuerpo lleno de flechas clavadas, también las maddonas  siempre de negro, llorando. Qué profusión de sangre ¡!! Todavía no hemos podido romper con los sacrificios, con las muertes rituales, con la sangre derramada.
El buda es lo opuesto, está quieto, silente, no me mira ni busca impresionarme.


¿quién fue buda?
Dicen que nació en India alrededor del año 500 a.c., que fue un príncipe rodeado de poder y lujos. Un vidente anticipó que sería un gran rey  o un maestro espiritual.  Spadre asustado  decidió no permitirle ver situaciones dolorosas para evitar que eligiera un camino espiritual, por eso lo rodeo de algodones y dulzuras.
Esta historia ya rompe con nuestras tradiciones donde todo pareciera surgir de la pobreza, de ese niño tan pobre que ni siquiera cuna y casa tuvo sino que nació entre vacas y burros. Tampoco aparecen ángeles ni magos o estrellas, es la común historia de un poderoso dedicado a sus gustos.
Siddharta Gautamá, así se llamaba, se casó, tuvo hijos y a los 29 años pidió permiso para salir del palacio ciudad. Su padre mandó ocultar todo lo feo que pudiera impresionar al príncipe, sin éxito.  No pudo evitar que su hijo viera el dolor, la enfermedad, la vejez, la muerte.  El príncipe se encontró con lo que sería su destino y esto lo rebeló. No quería ese dolor para sí y no podía aceptarlo como algo natural. Es en este punto donde comienza la historia que lo convirtió en el buda.
Siddharta rompe con su sociedad, su poder y bienestar, porque surge la pregunta, la curiosidad, el deseo de ir más allá de lo que le enseñaron. Es el pensamiento - acción. Recordemos lo que  hablamos en estos micros acerca de no limitarnos, no creer que nuestra vida es solamente esto y que no podemos más, recordemos la fuerza de los sueños y entenderemos el camino que siguió Siddharta.


Buda no es un nombre propio, es una palabra sánscrita, el idioma clásico de la india y uno de los más antiguos del mundo, que significa ‘inteligente’, ‘iluminado’. Es la denominación que reciben aquellos que han llegado a un estado mental especial.
Esto también diferencia al budismo de nuestras religiones.  Buda no es un santo, no es un dios, ni siquiera señala a una persona sino a un estado de la mente. Cualquier humano, siguiendo el camino adecuado, puede llegar a ser buda. Por eso no hay adoración, no hay oraciones ni súplicas,  ruegos o promesas,  no hay un culto. No es cuestión de portarse bien para ir a ningún cielo sino de hacer determinadas cosas para obtener un estado mental diferente que no se obtiene luego de la muerte sino de este lado.  El Buda es un ejemplo, un guía y un maestro para aquellos que recorren la senda  para lograr lo que llaman despertar espiritual.

Al final de su camino  Siddharta descubre las que llama 4 nobles verdades. Los budistas dicen “realiza” porque para ellos los pensamientos, la filosofía, lo que sabemos, se cumple, se realiza, en la propia vida, no es un discurso o un simple conocimiento intelectual. Esta es otra diferencia con nosotros, todos conocemos, y en esta época más,  hombres y mujeres que se declaran por ejemplo  de izquierda, “progres”  o religiosos y sin embargo en su vida son claros representantes de lo opuesto.

Las cuatro nobles verdades son:
1) la noble verdad del sufrimiento
2) la noble verdad del origen del sufrimiento
3) la noble verdad de  la cesación del sufrimiento 
 4) la noble verdad del sendero que conduce  a la cesación del sufrimiento

Hoy vamos a charlar solamente de la primera

1. LA NOBLE VERDAD DEL SUFRIMIENTO
Buddha dijo
“El nacimiento es  sufrimiento, la vejez es sufrimiento, la enfermedad es sufrimiento, la muerte
es sufrimiento, asociarse con lo que no se quiere es sufrimiento, separarse de  lo que se quiere es sufrimiento, no alcanzar lo que se desea es sufrimiento”

No hay mucho que explicar verdad, todos hemos pasado por alguno de estos momentos.
Llama la atención que diga que el nacimiento es sufrimiento. Lo es debido a que es la base de todo lo  que inevitablemente sigue: la vejez, la enfermedad, la muerte, frustración.
Para Buda también es sufrimiento vincularnos con lo que no queremos, personas o cosas que nos resultan desagradables, separarnos de lo que queremos, de lo que poseemos, cosas o seres, de familiares, amigos. También es sufrimiento no obtener  lo que deseamos, la frustración


Para el budismo “sufrimiento” implica mucho más que el dolor, significa que todo  es transitorio. Todo, absolutamente todo, incluso nuestra propia vida, es transitorio, pasajero, es cambio.
El nacimiento es apenas un momento que nos lanza al cambio. Vejez, enfermedad, muerte son símbolos en los que el cambio aparece manifestado. Por eso aún la felicidad para un budista es  sufrimiento porque no viene para quedarse, es un estado más de la mente y  como tal pasará.
Este cambio, es incesante, continuo, y nada podemos hacer para modificarlo, porque todo lo que empieza terminará, nada está para quedarse.
El sufrimiento también implica que todo esta condicionado, proviene de causas, y como tal un día se inicia y otro día termina.
Y no hablamos solamente nuestros sentimientos, las personas, los imperios, los gobiernos, las naciones, los objetos, las montañas, el planeta mismo,  el universo, son transitorios, siempre en cambio, hasta que un día desaparecerán. 
También todo es sufrimiento porque nada es completo, nada es perfecto, no hay felicidad absoluta ni alegría total, todo esto hace que nuestra vida tenga un fondo de insatisfacción.
Es nuestra educación la que no nos deja ver y entender esto. Nos educaron en una supuesta eternidad, una vida para siempre, una muerte para siempre, en el amor verdadero y para siempre, en las casas y las cosas para toda la vida, y si es posible para que las hereden nuestros hijos y nietos. No entendemos que todo es frágil, que estamos siempre volando como una pluma sobre el abismo, por eso quizá no nos cuidemos ni a quienes están con nosotros, por eso quizá tampoco cuidemos al planeta, para qué, si son eternos, si siempre estaremos y estarán.


Un autor famoso en mi juventud, Carlos Castaneda,  decía que la muerte es un aliado, no una enemiga. Ella nos habla al oído y nos enseña precisamente esto. Quien se sabe mortal cuida su vida y cómo la vive porque la sabe única y frágil. El hombre aliado de la muerte sigue “caminos con corazón”, son esos caminos fáciles de andar, nos motivan, nos tiran para adelante, despiertan nuestras ganas y vitalidad. Quien se sabe mortal, quien sabe que su tiempo es corto, no lo desperdicia con personas que lo aburren, con tareas que lo anulan, con programas que lo atontan. Su día es corto porque tiene mucho para pensar, para hacer, para reír, para curiosear, para amar, para tirarse a tomar sol o mirar pasar a las estrellas.

El budismo nos invita a ver qué caminos estamos tomando, a estar  atentos a nuestra vida y la de quienes están con nosotros, porque eso marca la diferencia entre la vitalidad y el apagón.
No saber esto nos lleva al dolor, porque ya no nos alcanza con disfrutar y gozar, como pretendemos que sea eterno, sea para siempre, lo queremos atesorar, lo queremos estirar para que no se acabe, lo metemos en cajas fuertes,  les celamos, e imaginamos que siempre estaremos juntos, siempre felices, siempre amándonos, siempre siempre siempre. Y como eso no ocurre, como “siempre” es solamente una palabra, nos frustramos, lloramos pérdidas, separaciones, muertes, abandonos, a tal punto que el final borra lo vivido y de todo lo que fue hermoso solamente queda el dolor de la pérdida.
El Buda simplemente nos recuerda una vez más aquello de que somos polvo y al polvo volveremos, por lo tanto, gocemos, vivamos estos minutos que son nuestros y que ahora tenemos.



La mayoría de las IMAGENES han sido tomadas desde la web, si algún autor no está de acuerdo en que aparezcan por favor enviar un correo a  alberto.b.ilieff@gmail.com y serán retiradas inmediatamente. Muchas gracias por la comprensión.






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