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Dolor
Si la mitad de mi corazón está aquí, doctor,
la otra mitad está en China,
Nazim Hikmet |
en el ejército que desciende hacia el Río Amarillo;
y, luego, todas las mañanas, doctor,
todas las mañanas, al alba,
mi corazón es fusilado en Grecia.
Y después, cuando los prisioneros caen en el sueño,
cuando los últimos pasos se alejan de la enfermería,
mi corazón se va, doctor,
hasta una vieja casa de madera en Estambul.
Además, hace diez años, doctor,
que yo no tengo nada en las manos para ofrecer a mi
pueblo;
únicamente una manzana roja.
Es a causa de todo esto, doctor,
y no a causa de la arteriosclerosis
o , de la nicotina y de la prisión,
Nazim Hitmet |
por lo que yo tengo esta angina de pecho.
Yo miro la noche a través de los barrotes
y, a pesar de todos los muros que pesan sobre mi corazón
su latido responde al de la estrella más lejana.
Hoy nos acompaña NazimHikmet, poeta, dramaturgo y novelista turco, que por su actividad política
estuvo esos 10 años que dice el poema preso. Murió en Moscú en 1963. Recién
escuchamos Angina de pecho.
Esta noche
tengo el pecho cerrado, quizá sea alergia o asma o un simple catarro. Tengo el
pecho apretado tanto que casi no puedo respirar, quizá sea porque si tomo aire
me ponga a llorar.
Esta noche
mi cara esta distinta, mis músculos casi duelen y siento el peso de muchos años
en ellos, y mis ojos, mis ojos se han empequeñecido y se quieren cerrar para no
dejar caer las lágrimas.
Porque esta
noche me duelen tantas cosas que quizá no pueda decirlas.
Me duelen
una, dos guerras mundiales con millones como vos o yo, asesinados. Ellos no son
héroes, tampoco fueron soldados, sino personas ametralladas, bombardeadas, entregadas por la codicia.
Mis hombros
caen hacia adelante, mi pecho se hunde y los brazos sin fuerza cuelgan a mis costados
¿cuánto hace que el dolor me andaba buscando? , acercándose de a poco para no
asustarme, casi cantándome una canción de cuna para llegar hasta mí en un dulce
azulado. Me duele y las lágrimas son mis testigos.
En aquel
agosto fueron Hiroshima y Nagasaky ahora llenas de palomas de papel porque
aquellas de vida fueron borradas, y con ellas los pequeños amores, rencores,
sinsabores y mediocridades de los simples humanos. Solamente unos minutos y una
exorbitancia de fuego y humo bastaron. Mientras, a lo lejos, algunos esbozaban
una pequeña sonrisa y en casi silencio se felicitaban.
Y miro el
firmamento y ya no me reconozco en él, no entiendo que hace ahí, lejano,
tintineante como si no pasara nada, como si todo fuera igual.
“Otra voz canta” Daniel Viglietti nos dice
Daniel Viglietti |
Por detrás de mi voz
- escucha, escucha -
Otra voz canta.
Viene de atrás, de lejos;
Viene de sepultadas
Bocas, y canta.
Dicen que no están muertos
- escúchalos, escucha -
Mientras se alza la voz
Que los recuerda y canta.
Dicen que ahora viven
En tu mirada.
Sostenlos con tus ojos,
Con tus palabras;
Sostenlos con tu vida
Que no se pierdan,
Que no se caigan.
No son sólo memoria,
Son vida abierta,
Continua y ancha;
Son camino que empieza.
Cantan conmigo,
Conmigo cantan.
Dicen que no están muertos;
Escúchalos, escucha,
Mientras se alza la voz
Que los recuerda y canta.
En mi
cabeza camino por los centros clandestinos de detención de los señores de la
muerte y no quiero escuchar las voces y los llantos y los amores que allí son
torturados. Y a esos señores les deseo lo peor, que pierdan toda justificación,
toda santidad, toda la superchería con la que se ennoblecieron y que durante
eternidades se vean a sí mismos, únicamente su verdadera cara.
Ellos son
insidiosos, se deslizan en nuestras vidas con sus noticias falsas, con sus
programas televisivos, con sus arengas y discursos, nos empujan y nos llevan a
creer que los alambrados son conquistas, que los desiertos están desiertos, que
las guerras siempre son culpa de los otros, que el hambre existe y la
enfermedad y tanto dolor inútil porque es así y punto. Los reconocemos porque
ellos y ellas son pulcros, andan en coches con chofer y tienen un helicóptero a
mano, siempre el pelo en su lugar y las manos muy limpias, sospechosamente
limpias….
Ellos
levantan estrellas, cruces, lunas, banderas de colores y como el flautista de Hamelín con ellas hipnotizan y llevan muchedumbres al
abismo. No te confundas, no buscan oro
ni poder, no buscan luminarias, con su ropa a medida y voz
oradora, solo llevan a la muerte.
Mi pecho se ha vaciado, respiro mejor y quisiera
odiarlos y podría hacerlo, pero sería mi perdición, sería como ellos con mi
odio santamente justificado y mis balas también bendecidas.
Y ahora
recuerdo que me tengo a mí, que tengo esta voz y este corazón y que están uds
en ese lugar de este planeta y que juntos, reconociéndonos en la mirada,
podemos más que todas sus mentiras.
Si todavía
podemos perder la mirada en una rosa, si
todavía podemos acariciar con amor, si
podemos cantar y sonreír, si sabemos que el mañana está por hacerse y que
tenemos un lugar en él, construyamos en paz, la paz. Sepamos que la vida es una
y que los cortejos y las insignias y los laureles y las legislaturas y las
presidencias y los tribunales no tienen cosquillas, no saben de ternuras,
codician nuestro pan y nuestra paz.
La vida es
una y en ella estamos, rompamos cadenas
con nuestras risas, hagamos
temblar el cielo con nuestro canto y que él sea solo eso, pura alegría y
contento de los que tenemos voz y las manos no tan sospechosamente limpias porque nosotros sí trabajamos.
El poeta nos
da una manzana roja, partámosla, comamos, que nadie quede sin su parte, y
sigamos caminando, dando maravillosa y estruendosamente la espalda a tanto monstruo
santificado.
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