lunes, 3 de diciembre de 2012

20 - Recuperar la voz



20
Recuperar la voz


Mientras escucho  la conmovedora música de Zbigniew Preisner “Canción por la unificación de Europa”,  recuerdo las noticias que me dicen que hay millones  de chicos desnutridos, que hay otras tantas personas que no tiene comida, que otras no tienen agua. El mundo, por doquier, se está cubriendo de millones de sufrientes que esperan pacientes.
Me entero que hay padres que escucharon a sus hijos llorar de hambre, y ahora los ven tranquilos, silenciosos, ya no lloran, ya no piden, las pancitas infladas parecen repletas de comida,  solamente parecen….
Algunas veces esos padres, maridos, mujeres, salen y suplican a los gobiernos por comida, por un colchón, por unas chapas. Y a veces, solamente a veces obtienen alguna migaja de la mesa patronal y vuelven a esa misma historia que no fue ni será cambiada por un par de chapas o unos cuantos fideos.
Mientras tanto, otros muchos entregan casi toda su vida, sus fuerzas, su salud, a un trabajo para obtener  aquel dinero que escasamente le permitirá sobrevivir. 


Hubo un santo católico, San Francisco de Asís que dejó la riqueza por la pobreza, abandonó el poder a cambio de la humildad, por este camino llegó a santo y dicen que está muy cerca de su dios. Estos pobres nacidos en el maltrato y el abandono nunca llegarán a santos, ni siquiera pueden ser bienaventurados, porque ellos no han podido elegir.  Francisco de Asís nació rico, por eso  tuvo la posibilidad de elección, tuvo opciones, estos otros ni siquiera  llegarán a la santidad por este camino, porque no hay elección, el barro peste fue convertido en su destino.  Nosotros sí sabemos que hay otra posibilidad pero no la ven, le han cerrado la mente a todo lo que no sea esta mansedumbre de muerte.





Y frente a ellos, a estos que andan  levantando tierra con sus pies, están las carteras Louis  Vuitton, los vestidos de diseño, los diamantes en los anillos, los coches,  aviones y helicópteros para viajar más rápido y lejos de la gente. Están los barrios ricos en toda ciudad que se precie, las piletas de natación y los hoteles cinco estrellas. 





Y  los “humildes” se sientes descartables, nunca sabrán que son imprescindibles, que son ellos los que  con su voluntad y su salud crean las ganancias de los comerciantes, de los industriales, de los partidos políticos y de las religiones.  Son necesarios para que esas señoras puedan cambiar de modelitos y carteras, y esos señores anden en sus coches muy caros. Que gracias a que sus hijos no tuvieron la comida suficiente,  otros niños pudieron elegir el menú. Pero esto nunca lo sabrán, nadie se los dirá porque no es cuestión de avivarlos, de despertarlos a la posibilidad.
Y los llaman “humildes”  para no decir, para callar su verdadero nombre,  para no nombrar el  sometimiento cumplido. Ojalá ellos no se aceptaran “humildes”  y recordaran su orgullo,  bienaventurado el día en que descubran que pueden sacar pecho y mirar de frente desde su propia altura y no desde abajo.





Cuando pienso que son millones y millones y que si se dieran cuenta podrían cambiar la historia del mundo, me pregunto por qué no lo hacen.  Y solamente encuentro una respuesta, porque ya antes de nacer estaban marcados para este destino, ya en el vientre materno aprendieron los dolores de la pobreza y el sometimiento. Luego,  la falta de comida, de educación y de salud les dijeron que eran descartables. Pero no en todo faltó educación, eso es cierto, hubo la necesaria para que aprendieran a respetar a los señores y señoras, a los intendentes y diputados o a los que estos usan como mandaderos, aunque sean tan pobres como ellos. Aprendieron a pedir y esperar y a creer que siempre fue así y siempre será.
Y si alguno  quiere levantar la cabeza, faltar el respeto a los superiores, a las jefaturas o los cargos, el gobierno que desde siempre los olvidó,  de pronto los recordará y urgentemente mandará a la policía, a la gendarmería, para recordarles cuál es su lugar.

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Cada tanto aparecen por sus barriadas, sus villas, sus barros o por las pantallas de los televisores que algunos pueden ver los políticos y políticas,  con su ropa adecuada y la palabra justa, diciendo que saben cómo solucionar sus problemas, que tienen propuestas, que el modelo, que el programa, que las metas, y con las palabras hacen malabares capaces de ocultar el cielo.
Son ellos y ellas las que se hacen llamar “clase política” ¿Qué significa esto? ¿Por qué dicen que son una clase ? Seguramente porque se creen diferentes, especiales, más que la simple gente que trabaja y pone su esfuerzo. Se quieren separar del resto, identificar como otros, más que clase aspiran a casta, a formar un grupo de conocidos  al que los cualquiera no puede entrar.  Especie de malos actores y actrices, vanidosos empecinados, incapaces de  dejar salir la voz en un canto. 


Escúchelos cuando  desde sus escenarios  arengan como viejos militares, el grito muestra su violencia.  Se creen “clase política” porque  son incapaces de ir por nuestros caminos construyendo la vida, sino por ese otro donde el poder se construye con sangre. Sepamos, no son una clase, no aceptemos que tengan privilegios, que digan que luchan por nuestro sueldo y ganan en un mes lo que nosotros  en un año, sepamos que son tan señores o señoras como nosotros, aunque todos los días vayan a la peluquería y usen diamantes, o se hagan los simples y humanos y nos miren cariñosamente cuando están frente a nosotros, antes de correr a cambiarse de ropa y perfumarse. 




Y lo que es también grave es que se dicen “políticos”, esa es también una mentira, todos y todas somos políticos, cuando ud agacha la cabeza ante una injusticia está haciendo un acto político, cuando se queja del precio de los tomates, cuando deja que a la maestra que educa a su hijo no le aumenten el sueldo, cuando sale a la calle a hacer una marcha,  cuando le piden en lugar de darle y lo acepta, también está haciendo política, también está influyendo en la sociedad con eso que hace o no hace.  Esto es de todos los días, de todos los momentos, votar es lo de menos, no creamos que eso es lo más importante. 





Ellos llamándose así,  titulándose “clase política” usurpan nuestro lugar, nuestra función, porque si existe un gobierno, es para nosotros, para nuestro servicio y no para ellos. Y los partidos políticos no son nada sino están a nuestro servicio. Y porque los políticos somos nosotros, por eso tiemblan cuando  nos juntamos  para exigir no para suplicar, cuando no nos callamos como les gusta, cuando no decimos “si señor” “si señora”. Por eso dividen para triunfar, para  no perder sus privilegios y riquezas, para que no nos demos cuenta que si están ahí y tienen todo lo que tienen es porque ud, su vecina, el de la otra cuadra, yo, pusimos y ponemos el cuerpo.
Ellos y sus planes, sus programas, sus modelos, han hecho del mundo lo que es, han sembrado el dolor, la enfermedad y la muerte, y lo saben, y saben que tienen pies de barro y que son incapaces,  por eso tienen miedo, no aceptan ser cuestionados y culpan a los demás, no importa a quién, siempre es otro el culpable del desastre, de todo lo que ellos y ellas hacen mal.

Si entendemos, ya  comenzaremos a  vernos a nosotros mismos y a nuestros vecinos de manera diferente. Recuperamos nuestro pensamiento crítico, recuperamos nuestra voz, o más que voz, nuestro grito. También las piernas para  marchar la calle. Entonces morirá la esperanza porque ya no será necesaria porque andaremos haciendo, andaremos trayendo luz y pan y respeto.







La mayoría de las IMAGENES han sido tomadas desde la web, si algún autor no está de acuerdo en que aparezcan por favor enviar un correo a  alberto.b.ilieff@gmail.com y serán retiradas inmediatamente. Muchas gracias por la comprensión.
 

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