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Recuperar la voz
Mientras
escucho la conmovedora música de Zbigniew
Preisner “Canción por la unificación de Europa”, recuerdo las noticias que me dicen que hay
millones de chicos desnutridos, que hay otras
tantas personas que no tiene comida, que otras no tienen agua. El mundo, por
doquier, se está cubriendo de millones de sufrientes que esperan pacientes.
Me entero
que hay padres que escucharon a sus hijos llorar de hambre, y ahora los ven
tranquilos, silenciosos, ya no lloran, ya no piden, las pancitas infladas
parecen repletas de comida, solamente
parecen….
Algunas
veces esos padres, maridos, mujeres, salen y suplican a los gobiernos por
comida, por un colchón, por unas chapas. Y a veces, solamente a veces obtienen
alguna migaja de la mesa patronal y vuelven a esa misma historia que no fue ni
será cambiada por un par de chapas o unos cuantos fideos.
Mientras
tanto, otros muchos entregan casi toda su vida, sus fuerzas, su salud, a un
trabajo para obtener aquel dinero que
escasamente le permitirá sobrevivir.
Hubo un
santo católico, San Francisco de Asís que dejó la riqueza por la pobreza,
abandonó el poder a cambio de la humildad, por este camino llegó a santo y
dicen que está muy cerca de su dios. Estos pobres nacidos en el maltrato y el
abandono nunca llegarán a santos, ni siquiera pueden ser bienaventurados,
porque ellos no han podido elegir. Francisco
de Asís nació rico, por eso tuvo la
posibilidad de elección, tuvo opciones, estos otros ni siquiera llegarán a la santidad por este camino, porque
no hay elección, el barro peste fue convertido en su destino. Nosotros sí sabemos que hay otra posibilidad
pero no la ven, le han cerrado la mente a todo lo que no sea esta mansedumbre
de muerte.
Y frente a
ellos, a estos que andan levantando tierra
con sus pies, están las carteras Louis
Vuitton, los vestidos de diseño, los diamantes en los anillos, los
coches, aviones y helicópteros para
viajar más rápido y lejos de la gente. Están los barrios ricos en toda ciudad
que se precie, las piletas de natación y los hoteles cinco estrellas.
Y los “humildes” se sientes descartables, nunca
sabrán que son imprescindibles, que son ellos los que con su voluntad y su salud crean las
ganancias de los comerciantes, de los industriales, de los partidos políticos y
de las religiones. Son necesarios para
que esas señoras puedan cambiar de modelitos y carteras, y esos señores anden
en sus coches muy caros. Que gracias a que sus hijos no tuvieron la comida
suficiente, otros niños pudieron elegir
el menú. Pero esto nunca lo sabrán, nadie se los dirá porque no es cuestión de
avivarlos, de despertarlos a la posibilidad.
Y los
llaman “humildes” para no decir, para
callar su verdadero nombre, para no
nombrar el sometimiento cumplido. Ojalá ellos
no se aceptaran “humildes” y recordaran
su orgullo, bienaventurado el día en que
descubran que pueden sacar pecho y mirar de frente desde su propia altura y no
desde abajo.
Cuando
pienso que son millones y millones y que si se dieran cuenta podrían cambiar la
historia del mundo, me pregunto por qué no lo hacen. Y solamente encuentro una respuesta, porque
ya antes de nacer estaban marcados para este destino, ya en el vientre materno
aprendieron los dolores de la pobreza y el sometimiento. Luego, la falta de comida, de educación y de salud
les dijeron que eran descartables. Pero no en todo faltó educación, eso es
cierto, hubo la necesaria para que aprendieran a respetar a los señores y
señoras, a los intendentes y diputados o a los que estos usan como mandaderos,
aunque sean tan pobres como ellos. Aprendieron a pedir y esperar y a creer que
siempre fue así y siempre será.
Y si alguno
quiere levantar la cabeza, faltar el
respeto a los superiores, a las jefaturas o los cargos, el gobierno que desde
siempre los olvidó, de pronto los
recordará y urgentemente mandará a la policía, a la gendarmería, para
recordarles cuál es su lugar.
-.-.-.-.-.-.-.-.
Cada tanto
aparecen por sus barriadas, sus villas, sus barros o por las pantallas de los
televisores que algunos pueden ver los políticos y políticas, con su ropa adecuada y la palabra justa,
diciendo que saben cómo solucionar sus problemas, que tienen propuestas, que el
modelo, que el programa, que las metas, y con las palabras hacen malabares
capaces de ocultar el cielo.
Son ellos y
ellas las que se hacen llamar “clase política” ¿Qué significa esto? ¿Por qué
dicen que son una clase ? Seguramente porque se creen diferentes, especiales,
más que la simple gente que trabaja y pone su esfuerzo. Se quieren separar del
resto, identificar como otros, más que clase aspiran a casta, a formar un grupo
de conocidos al que los cualquiera no
puede entrar. Especie de malos actores y
actrices, vanidosos empecinados, incapaces de dejar salir la voz en un canto.
Escúchelos
cuando desde sus escenarios arengan como viejos militares, el grito muestra
su violencia. Se creen “clase política”
porque son incapaces de ir por nuestros
caminos construyendo la vida, sino por ese otro donde el poder se construye con
sangre. Sepamos, no son una clase, no aceptemos que tengan privilegios, que
digan que luchan por nuestro sueldo y ganan en un mes lo que nosotros en un año, sepamos que son tan señores o
señoras como nosotros, aunque todos los días vayan a la peluquería y usen
diamantes, o se hagan los simples y humanos y nos miren cariñosamente cuando
están frente a nosotros, antes de correr a cambiarse de ropa y perfumarse.
Y lo que es
también grave es que se dicen “políticos”, esa es también una mentira, todos y
todas somos políticos, cuando ud agacha la cabeza ante una injusticia está
haciendo un acto político, cuando se queja del precio de los tomates, cuando
deja que a la maestra que educa a su hijo no le aumenten el sueldo, cuando sale
a la calle a hacer una marcha, cuando le
piden en lugar de darle y lo acepta, también está haciendo política, también está
influyendo en la sociedad con eso que hace o no hace. Esto es de todos los días, de todos los
momentos, votar es lo de menos, no creamos que eso es lo más importante.
Ellos
llamándose así, titulándose “clase
política” usurpan nuestro lugar, nuestra función, porque si existe un gobierno,
es para nosotros, para nuestro servicio y no para ellos. Y los partidos
políticos no son nada sino están a nuestro servicio. Y porque los políticos
somos nosotros, por eso tiemblan cuando
nos juntamos para exigir no para
suplicar, cuando no nos callamos como les gusta, cuando no decimos “si señor”
“si señora”. Por eso dividen para triunfar, para no perder sus privilegios y riquezas, para
que no nos demos cuenta que si están ahí y tienen todo lo que tienen es porque
ud, su vecina, el de la otra cuadra, yo, pusimos y ponemos el cuerpo.
Ellos y sus
planes, sus programas, sus modelos, han hecho del mundo lo que es, han sembrado
el dolor, la enfermedad y la muerte, y lo saben, y saben que tienen pies de
barro y que son incapaces, por eso
tienen miedo, no aceptan ser cuestionados y culpan a los demás, no importa a
quién, siempre es otro el culpable del desastre, de todo lo que ellos y ellas
hacen mal.
Si
entendemos, ya comenzaremos a vernos a nosotros mismos y a nuestros vecinos
de manera diferente. Recuperamos nuestro pensamiento crítico, recuperamos
nuestra voz, o más que voz, nuestro grito. También las piernas para marchar la calle. Entonces morirá la
esperanza porque ya no será necesaria porque andaremos haciendo, andaremos
trayendo luz y pan y respeto.
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