jueves, 27 de diciembre de 2012

34 - Límites



34
Límites


En Estados Unidos,  un tirador de 20 años ingresa a una escuela y mata 20 chicos y 7 adultos, entre ellos a su propia madre.  Este fenómeno que se repite cada vez más seguido, y no solamente allá, en el norte, llamó mi atención. Este evento tan desmesurado, tan ilógico y desproporcionado inmediatamente me hizo pensar en los límites y en la violencia, de eso vamos a hablar hoy.

¿Cómo es que estos asesinatos me trajeron a este tema?
Es así porque indudablemente es un acto de extrema violencia, y la violencia siempre es un límite que no existe o en todo caso que esta tan corrido que no me frena, que no me impide avanzar sobre la vida, sobre la integridad de otras personas.


Chile- represión a estudiantes


 La violencia, como cualquier otra conducta humana, es parte de la cultura y por lo tanto aprendida. Cuando digo aprendida significa que sobre la capacidad innata que todos tenemos de defendernos, de tener conductas agresivas para llegar a modificar el medio –para cortar un árbol, para matar para comer, para pescar, para el cirujano durante una operación-  se requiere capacidad de agresión.  Estas conductas son modeladas por la familia y por la sociedad mediante permisos, incentivos o límites que van fijando el carácter de cada persona y también de cada pueblo. Por esto un niño criado en un entorno violento es muy probable que también sea violento, del mismo modo podemos hablar de  barrios más o menos violentos o peligrosos, de pueblos pacíficos o agresivos.



Guernica, día después del bombardeo



Al violento se le enseñó a usar esta fuerza, esta capacidad como modo de resolver conflictos con otras personas o con él mismo, como modo de someter para obtener lo que quiere o para imponer sus ideas.

Vivir en comunidad siempre implica el interjuego entre  permisos y prohibiciones, a este punto siempre difuso, nunca estable, es a lo que llamamos límites.
Los límites, así  como las prohibiciones, tienen muy mala publicidad, son los malos de nuestras películas personales, los aguafiestas que vienen a cortar nuestras alegrías y placeres. Mientras que la libertad aparece como el dios a alcanzar, las prohibiciones, los límites, son como el demonio que nos aleja del paraíso.
Esto es parte de la ilusión de las palabras, que nos muestran como cosas diferentes, separadas, inconciliables, lo que en realidad es una misma situación vista desde ángulos distintos.
Solamente podemos saber qué es la luz porque existe la oscuridad, el pez que jamás sale del agua, que esta rodeado por todas partes por ella, que come y se mueve y reproduce y respira en y por el agua, no tiene conciencia de ella. Solamente podemos hablar de libertad si hay una no libertad, una zona que la limita, una restricción. Si no existiera tal zona, tampoco habría libertad. Es más, podemos decir que los límites y la libertad se crean y sostienen mutuamente.



Los límites conforman la realidad, la forman, la separan, la dividen y por eso podemos operar y vivir en ella. Los psicólogos sabemos que son indispensables para un desarrollo armónico, que es la diferencia entre la locura y la neurosis o esto que llamamos normalidad. Sabemos que el niño debe aprender a frustrarse, a no cumplir todo lo que quiere y cuando lo quiere y al modo como él lo quiere. Las rabietas infantiles son modos por los que se resiste a eso, por los que trata de manipular a los adultos para que le den lo que quiere. Si por desgracia el niño esta en un medio permisivo al punto de favorecerle la satisfacción de sus deseos más mínimos impidiéndole así ejercitar su capacidad de frustración, de autolimitación, es muy probable que se convierta en un adulto sumamente egoísta, incapaz de empatía, de reconocer el dolor y las necesidades de otro, centrado únicamente en sus caprichos y convencido de que el mundo debe permitirle cumplirlos. En general son personas muy violentas porque no pueden soportar un “no”, un límite, no obtener lo que quieren y reaccionan atacando al mundo, porque se siente atacados por él, imaginan que el mundo les impide ser felices, sin darse cuenta que es su propia falta de autolimitación, de autocontención lo que los daña. Esto es algo que se puede hallar en la base de las adicciones.




Donde miremos encontraremos límites, lo que implica, diferencias.
Por ejemplo, las palabras son limitaciones que nos imponemos y aceptamos, son limitaciones de significado, por eso mismo permiten que podamos compartir por ejemplo este tema. Si cada palabra fuera tan libre que pudiera significar todo, cualquier cosa, ninguna, no sería comunicación, sino solamente un lenguaje personal, como puede ser la lengua que algunos psicóticos inventan para sí, solamente ellos la entienden.

Los límites son parte del vivir, no solamente un hecho social. La piel es un límite que al mismo tiempo que me separa me une al mundo, es una funda elástica que contiene mi sangre, mis órganos, y da forma a mi cuerpo; el dolor  marca un límite, hasta donde puedo y es conveniente llegar, y me preserva indicándome qué es lo que me daña, a qué parte de mi cuerpo tengo que prestar atención, qué no anda bien.
Mis párpados al separarme de la luz externa me permiten dormir,  mi boca al cerrarse me protege de lo que puede ingresar a mi cuerpo. 


Libertad. Stinckwich


Siempre estamos jugando con esta línea, con la frontera, algunas veces aceptándola e imponiéndola a otras personas, otras, transgrediéndola. Una conducta u otra siempre originan consecuencia, no siempre sabemos cuáles, por ejemplo transgredir puede llevarnos a actos creativos, innovadores, a incorporar nuevas experiencias a nuestras vidas o a dañarnos a nosotros mismos y a otros. 

El violento raramente se reconoce como tal, y si lo hace, también se da razones suficientes, motivos de sobra  para justificar y sostener su modo de actuar. ¡Es increíble la lista de causas que podemos darnos los humanos para quedarnos muy tranquilos con nuestras conciencias!
Esto que digo en función de los simples mortales que somos, también o sobre todo es muy claro en los gobiernos: ellos guardan para sí lo que llaman el “ejercicio legítimo de la violencia” a través de sus militares, sus policías, sus gendarmes. Ellos mediante sus guerras nos muestran ese camino como modelo, se puede matar, se puede violar, se puede destruir y ser impune, hasta incluso recibir una medalla.
No olvidaré, y me prometo releerlo en cuanto pueda, ese magnífico libro que es “Crimen y castigo” del escritor ruso Fiodor  Dostoievski. Precisamente este es el tema que plantea, por qué algunos pueden y hasta tienen derecho de ser violentos, qué pasa en el interior de quien llega a matar a otros.

Esta sociedad ambivalente, contradictoria, ha dejado su huella en nuestro interior, por eso somos capaces de ser santos o demonios, constructores o destructores. La diferencia es una cuestión de límites, de hasta dónde nos permitimos llegar, y acá juega un papel muy importante la empatía, el reconocer a los otros seres humanos como vivientes o sea personas con sueños, sentimientos, deseos, amores y dolores.
Es reconocer aquello tan repetido del prójimo,  del hermano, de alguien a mi imagen y semejanza.
La violencia es posible porque este espejo esta roto, el prójimo pasa a ser aquello que esta para mi uso, para obtener lo que deseo, para mi satisfacción o es un obstáculo para obtener lo que deseo.
Cuando ese otro existe como una persona, como algo diverso a mí mismo, como un prójimo, se convierte en un límite. No porque quiera o se esfuerce en serlo, sino porque su simple existencia,  me esta mostrando que fuera de mí existe un universo que tiene su propio camino. Me indica que mis sentimientos, mis ideales, mis metas, mis deseos, no son los únicos, ni siquiera lo más importantes.




Quizá  este es uno de los motivos por los que nuestros antepasados contruyeron a los dioses, porque cuando nos enfrentamos a algo que nos trasciende y no podemos controlar, algo inasible, a lo infinito, es entonces que podemos dimensionarnos, podemos tomar conciencia de nuestra pequeñez y de que somos una chispa en la larga noche de los tiempos.
El oscuro cielo estrellado, la lejana vía láctea, en algún momento, cuando se los podía ver, también nos conducían a esta reflexión.


La mayoría de las IMAGENES han sido tomadas desde la web, si algún autor no está de acuerdo en que aparezcan por favor enviar un correo a  alberto.b.ilieff@gmail.com y serán retiradas inmediatamente. Muchas gracias por la comprensión.





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