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Nada personal
Nada personal
Soda Stereo
Comunicación sin emoción
una voz en off con expresión deforme
busco algo que me saque este mareo
busco calor en esa imagen de video
Nada, nada personal
nada, nada personal
Ella no puede pensar, esta aburrida
de tanto simular cayó dormida
busco en tv algún mensaje entre líneas
busco alguien que sacuda mi cabeza
y no encuentro nada, nada
Nada personal
nada, nada personal
nada especial
Sinceramente
sería tan bueno tocarte
pero es inútil, tu cuerpo es de látex
y no siento nada
Nada personal
nada, nada personal
Recuerdo haber leído en un libro de historia un párrafo en
que alguien se quejaba de que la juventud había perdido las tradiciones y
valores y añoraba una época anterior en que al parecer todo era distinto y
mejor. Ese párrafo había sido escrito en Egipto muchísimo antes de la era
cristiana. Los adultos siempre nos quejamos de las costumbres de los jóvenes y
añoramos algún momento de nuestro pasado que adornamos y convertimos en
ejemplar.
Yo no puedo decir cómo fue antes, ni siquiera estoy seguro
de poder contarles cómo fue mi adolescencia y juventud porque solamente puedo
verlas desde mi subjetividad, desde mis dolores, alegrías y frustraciones.
De todos modos, sí puedo decirles que no creo que haya sido
mucho mejor, sí que fue distinta, eso
seguro. Era otro mundo, la sociedad muy distinta, hasta las palabras que se
usaban eran otras. El mundo de mi niñez y adolescencia era muy estable, dios
era dios, los buenos nosotros, la historia era la misma que habían aprendido
nuestros padres, Sarmiento nunca faltó a la escuela, los españoles habían
traído la cultura a América, el sexo era entre hombre y mujer y la máxima meta
era tener hijos que algún día cuidarían de nosotros. Las mujeres se casaban a
los veintiun años y los hombres ya eran adultos a los veinticinco.
Aunque sean tan cercanas en el tiempo, aquella época y esta,
son tan diferentes que es inútil tratar de compararlas, porque los criterios
para cada uno de estos momentos son también distintos; yo mismo en uno y otro
momento soy otra persona. El recuerdo, la memoria, me hace creer que hay una
continuidad, que soy el mismo, pero no es así, al tiempo que el mundo cambiaba
yo también lo hacía, me iba rompiendo para reconstruirme.
Los vecinos eran esos conocidos, que tenían nombre, y
costumbres a las que muchas veces mi familia criticaba, a los que también
dábamos una mano si la necesitaban o ellos nos la brindaban a nosotros, eran
los chicos de la cuadra, la vereda nuestro patio de juegos. Las relaciones eran
pocas, porque cada casa se relacionaba con alguna otra, no con todas las de la
cuadra, y después también estaban los familiares. Eran vínculos muy pautados, y
se le daba mucha importancia a eso que llamaban “respeto”, según las edades,
según el grado familiar ya fueran abuelos, tíos, o primos. Estas pautas no
impedían o quizá también eran la causa, de que circularan amores y odios,
envidias y rencores, deseos y culpas.
Las fiestas de fin de año, requisito obligatorio de
cumplimiento estricto, en que las familias se reunían y los vecinos abrían sus
casas eran los momentos propicios para los recuerdos, para los reencuentros, y
los estallidos, siempre por algún motivo una palabra se unía a otra y lo que
con tanto cuidado se había contenido durante el año saltaba de la peor manera y
delante de todos.
Las familias, las relaciones, son precisamente este circular
de sentimientos muchas veces opuestos, de ideas aceptadas o repudiadas,
pasiones que van construyendo la trama.
No puedo decir si entonces eran más fuertes o más profundos que
ahora, lo que sí puedo reconocer es que, una vez más, todo ha cambiado.
Seguramente eran distintos porque nosotros éramos distintos.
Lo que me motivó a contarles esto es un tema de Soda Stereo,
“Nada personal”. Este es un ejemplo de pensamiento popular. Muchas veces lo
popular se lo banaliza, se lo convierte en empanadas y vino y se olvida que hay
pensamiento, hay reflexión y también poesía. La música, las canciones, son un
reservorio de toda esta producción.
Comunicación sin emoción
una voz en off con expresión deforme
busco algo que me saque este mareo
busco calor en esa imagen de video
Hemos construido un mundo deshilvanado en el que la emoción,
cuando aparece, es simple superficialidad
como esos contactos que llamamos comunicación y que terminan dejándonos
vacíos, solos.
Búsqueda condenada a vagar sin sentido porque la imagen de
video no nos puede dar calor.
busco en tv algún mensaje entre líneas
busco alguien que sacuda mi cabeza
y no encuentro nada, nada
El deseo vital, no importa como lo llamemos: ganas de vivir,
de ser felices, de crecer, de expresarnos, de bailar o cantar, sigue acá,
dentro nuestro, y quisiéramos hallar en este mundo de aparatos algún mensaje
entre líneas, alguna idea, una creencia, o hasta puede ser un profeta, algo que
nos sacuda la cabeza y nos despierte, algo que empuje a ese deseo vital. Mientras
tanto, mil mensajes nos llegan para distraernos, para hacernos creer que somos
activos y nos expresamos y comunicamos porque mandamos mensajes telefónicos, o
por facebook o por twitter. Los adolescentes se alegran porque tienen cientos
de “amigos” en sus páginas, a los que no conocen ni conocerán nunca.
Entretenimientos para que no podamos llegar a ese deseo vital porque es ahí
donde está lo personal, el sujeto capaz de romper las limitaciones.
sería tan bueno tocarte
pero es inútil, tu cuerpo es de látex
y no siento nada
Las costumbres, la rutina, el aburrimiento de las horas de
trabajo, de los malos viajes, vivir un largo tedio para que llegue el viernes y
luego fin de mes y luego fin de año y de nuevo el viernes hasta que un día
amanecemos dándonos cuenta que hemos
gastado la oportunidad y ya estamos viejos y cansados. Tener hijos, nietos, el
fútbol de cualquier día de la semana, los escándalos televisivos, hasta el
alcohol o las drogas, nos atan a esta rutina de muerte al mismo tiempo que nos
entretienen y nos dan algo de fuerza para seguir atados, no nos dejan pensar
porque pensar sería darnos cuenta de todo esto.
Hemos creado un mundo de látex, de plástico, y por más que
se lo toque, no tiene calor, no tiene sensibilidad, y terminamos no sintiendo
nada.
Entre tantas noticias, votaciones, cambio climático,
guerras, gobiernos corruptos, santos perdidos, nada personal, como las sonrisas
de las recepcionistas o de las modelos en las fotografías, simples dibujos sin
alegría, fingiendo vivir, nada personal nada personal. Nosotros mismos
convertidos en látex, plástico capaz de moverse por sí mismo.
Soda Stereo dice “no siento nada”, pero sí, sentimos
frustración, o la depresión que nos viene a decir que algo anda muy mal en
nuestra existencia, pero, como buenos seres plásticos, lo único que nos atrevemos a hacer es ir al
médico y tomar pastillas, o es la bronca que estalla en cualquier momento y
contra cualquiera, o estas fantasías del fin del mundo que en realidad nos
hablan de nuestro deseo de que por fin termine este mundo insensible, en el que
todos, todos los días nos levantamos, lavamos la cara, salimos a hacer lo que
debemos, marchamos, sonreímos cuando hay que sonreír, tenemos amores desamores
odios culpas, marchamos, marchamos, y nada es personal.
Quizá solamente el perfume de una flor pueda despertarnos.
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