domingo, 9 de diciembre de 2012

26 - Belleza



26
Belleza

Puede ser las gotas de  lluvia sobre la ventana, o un paisaje o una canción, o esa persona que vemos pasar, quizá algo más insignificante, una sombra que enseguida desaparece, o una baldosa partida, o la armonía de una voz que escuchamos  casualmente, no es necesario que sea algo especial, cualquier cosa nos puede despertar la sensación de belleza.
Vamos nuevamente a meternos con las palabras, esta vez elegí especialmente una, la belleza, o quizá mejor dicho, a qué llamamos bello, bella, o con más precisión, hablaremos de la sensación de belleza.
Yo hago una separación entre lo “lindo” y lo “bello”. Lindo  es aquello que cumple determinados requisitos, tiene que resultarme agradable, las formas o los sonidos o los colores o la textura tienen que agradarme, tengo que ver en ellos algo de equilibrio,  una cierta armonía. Tener delante algo bello me produce contento, alegría, y me da ganas de seguir escuchándolo o contemplándolo. La lindura  me atrae, me resulta de inmediato amigable, placentera.


Ahora,  cuando es algo que llamo “hermoso” es completamente diferente, no importa qué sea, la sensación es diferente, no se confunde, es muchísimo más intensa a tal punto que pierdo las palabras, lo radicalmente hermoso no puede ser descripto, nos deja sin palabras, solamente se puede decir que es hermoso. Lo más cercano para intentar una descripción de lo que me sucede interiormente  sería decir  que es caer en un estado de fascinación, la mente pareciera haberse frenado bruscamente y solo quedar la contemplación de lo bello, por unos momentos es sentirme anonadado. Es un sentimiento muy distinto a todos los otros, expande el cuerpo y la mente también parece dilatarse  al mismo tiempo que se silencia, queda callada como en señal de respeto .
Ambas experiencias, la de lo lindo y la de lo hermoso, como todas las experiencias, no dependen de mí, puedo buscarlas, puedo escuchar la música que sé que me gusta, pero eso no significa que la sensación nuevamente aparezca. También puede suceder que  haciendo cualquier otra cosa, de pronto, surja  algo, escuche algo, y nuevamente irrumpa la sensación. Estas impresiones como los sentimientos me toman, no dependen de mí decisión. 



A todos nos ha pasado que algo en algún momento nos ha parecido hermoso, y al tiempo volvemos a tenerlo delante y descubrimos que ya no tiene esa belleza que nos había conmovido. O quizá sí, quizá lo sigamos viendo bello, pero la sensación no aparece en nuestro interior. Ese objeto, esa persona, no ha cambiado, nosotros hemos cambiado desde aquel momento hasta este, esa es la diferencia. Quizá nuestro cambio sea simplemente que ahora estamos con otras circunstancias,  otros problemas nos  ocupan, estamos ajetreados y esto importa porque la belleza requiere de poder detenernos para captarla, también vale mi disposición, mi apertura a lo que me rodea.
Me pregunto ¿la belleza entonces esta en nosotros o fuera de nosotros? Si en un momento algo, por ejemplo un florero, me parece hermoso y en otro no tanto o hasta  puede ser que me resulte indiferente, sin que el florero haya cambiado en nada, entonces ¿dónde está la belleza?




He notado que a veces el objeto, el sonido, la persona, se imponen y me raptan, me obligan a que les preste atención, pero otras veces depende de mi predisposición, de buscar la mirada que ve belleza, el oído que escucha sonoridades hermosas, como si tuviéramos la posibilidad de ir cambiando de anteojos o de audífonos para orientarnos hacia lo hermoso.
Muchas veces me entretengo con esto, por ejemplo miro un árbol, o una baldosa, o lo que sea, decidido a ver lo bello, y sí, lo logro, ahí está, quizá sea una forma, una rama torcida, o un movimiento por el viento, o algo quebrado, no importa que sea.


Esto que cuento no es extraño, aunque lo parezca, podemos hacer un ejercicio, incluso podemos hacerlo ahora mientras me estan escuchando. No es tan complicado, aquiétese un momento y decida mirar lo que tiene en su cuarto, todo, una parte, algo, captando únicamente su belleza, pruebe y verá que es posible. Atención, antes de hacerlo le aclaro que no debe buscar nada extraño, lo que verá es lo mismo que ya conoce, que ya esta, y es probable que en su interior en este momento no se produzca ningún estallido maravilloso, con que logre ver las cosas desde otra perspectiva, alcanzará y sobrará. También puede hacerlo  con el tema musical que ahora le ofrezco.



Escuché el tema Fever por Natalie Col y Ray Charles, me gustó mucho, sentí  alegría y la música estuvo en mi interior  e inmediatamente lo asocié a este comentario que estoy haciéndoles. El tema habla de fiebre, no importa qué sentido le demos, nos habla de algo que sentimos, que desde nosotros nos hace sentir el cuerpo de manera diferente, ver las cosas y las personas también distintas. 







Hay  normas culturales que se nos enseñan desde bebés acerca de qué debemos entender como lindo, bien formado, y qué no lo debe ser, por ejemplo la combinación de colores en la ropa, o el color de piel, la altura, el grosor del cuerpo, y así con casi todo. Esto es muy notorio si escuchamos música  japonesa o india porque esas diferentes culturas tienen diferentes ideas acerca de lo lindo, de lo bien formado, para las que no estamos preparados, entonces, esa música nos suena rara, difícil, hasta puede parecernos fea.  Este ordenamiento de la cultura nos trae bastantes dolores de cabeza cuando vamos descubriendo que lo que para nosotros es lindo o bello no siempre coincide con lo que nos enseñaron y hasta puede ser opuesto. Así llegamos a un punto fundamental: lo difícil de este tema es que es netamente personal.
No puede ser de otro modo, si lo lindo o lo bello lo descubro por mis sensaciones, por lo que pasa en mi interior, siempre será personal. Quizá ud y yo estemos escuchando la misma música, en el mismo momento, y podremos coincidir con que es muy linda, que nos gusta mucho, pero nada más. Lo que pasa dentro de mí,  el grado de gusto, de placer, los recuerdos o sentimientos que puede despertarme,  eso es enteramente mío, ud nunca podrá descubrirlos. Por eso a los humanos nos cuesta tanto entendernos, digo una palabra y esa palabra es un mundo y creo que quien la escucha entiende lo mismo,  que como almas gemelas estamos sintiendo, pensando, recordando lo mismo; creo  que esa persona también relacionará esa palabra con otras como yo lo hago, pero no, no es así, cada palabra que entra se cuela por mi vida y va andando por los recovecos de mi cerebro, a veces se queda apenas cruzada la puerta y otras navega durante horas y días.  Por eso a veces me frustro cuando le señalo a alguien algo que me parece lindo, y esa persona se queda mirándome  como diciéndome “¿dónde esta lo lindo? ¿eso te parece lindo?



Todo esto nos acerca al erotismo porque también es algo que se da en nuestro interior, tan difuso e insurrecto como los sentimientos. Del mismo modo que la sensación de belleza puede ser disparada por una gota de rocío o el color del atardecer, el erotismo puede surgir sin aviso por el simple roce de una pluma o por la llegada de un aire tibio. La sociedad como teme a todo aquello que pueda conmoverla y despertarnos, a todo eso que pueda hacernos buscar la libertad, nos indica o más que indicar nos ordena, qué cosas es conveniente que nos eroticen, qué sexo, qué partes de los cuerpos deben ser hipererotizadas y cuáles en absoluto. Pero es y será un inútil intento pues en nuestro interior está la libertad, nuestro ser toma sus propios caminos y hace valer sus gustos sin preguntar a las leyes y reglamentos y mandamientos.  La estratagema que organizamos entonces es la del disfraz, hacia afuera nos vestimos y decimos como todos y lloramos cuando hay que llorar y reímos cuando hay que reír,  por eso creemos que todos sentimos igual, que todos buscamos y nos erotizamos por lo mismo, que nuestros vecinos y amigos hacen y sienten lo mismo que nosotros, pero no es así.  Por dentro, de la piel hacía mí, están mis zonas escondidas, mi lugares sabrosos, mis cumbres escabrosas, eso que no muestro. La diferencia está en estos detalles del interior de cada uno, solamente  cada persona sabe qué olor, qué tipo de roce, qué palabras, que delicadezas o rudezas, que formas y sudores le despiertan  sensaciones, le convocan la fiebre hacia el arrebato. Y son esos detalles los que nos hacen únicos, diferentes, sino seríamos todos iguales como robots salidos del mismo molde. Conocer esas pequeñeces  y respetarlas es lo que nos permite desarrollarnos, vivir de acuerdo a nosotros mismos y no al modelo que desde afuera nos imponen y que no puede satisfacernos,  nunca nos pondrá contentos porque nunca será el nuestro,  intentar parecernos a él será el eterno fracaso.













La mayoría de las IMAGENES han sido tomadas desde la web, si algún autor no está de acuerdo en que aparezcan por favor enviar un correo a  alberto.b.ilieff@gmail.com y serán retiradas inmediatamente. Muchas gracias por la comprensión.
 



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