sábado, 8 de diciembre de 2012

25 - También soy responsable



25
También soy responsable


La agresión subiendo el tono hasta la violencia destructora están naturalizadas en nuestro mundo. Iba a decir “nuestra cultura” pero la realidad es que va mucho más allá de esto que llamamos occidente. Seguramente habrá geografías donde estas formas no sean las preponderantes, pero las que ejercen su poder en el mundo, son claramente violentas.

Ya escuchar hablar de guerras, de enfrentamientos, de grupos de sicarios, de asesinatos narcos, de aviones de guerra no tripulados, de armas de destrucción masiva, de misiles, de militares y de paramilitares, es casi un lugar común. 

Y esto que ya nos parece cosa de todos los días implica algo que no se nombra, y ahí esta la gravedad de todo este asunto: cada uno de estos nombres, de estas modalidades de relación humana, implican destrucción, implican muerte, el fin de la relación.
Porque ahí donde hay muerte hay un punto final no solamente para una vida, que no es poco, sino para las posibilidades de entendimiento, de crecimiento, de logros. Porque no se puede construir la paz mediante la guerra, es una falacia, una mentira total.
Las llamadas “guerras preventivas” no previenen nada, lo desencadenan, solamente una mente dislocada puede creer que cuando mato soluciono un problema, o lo que es peor aún, un “posible” problema, algo que ni siquiera todavía existe, o sea que matamos por las dudas…

Sé que no olvidaré nunca cuandola guerra de EEUU contra Irak fue televisada, como en las imágenes que recuerdo grises, nocturnas, sin audio, con un silencio que todavía las volvía más fantasmales e impresionantes, se veían las lucecitas blancas, casi como estrellas, volando y cayendo sobre la ciudad. Eran misiles, eran armas que estaban asesinando personas sin compasión, sin ya derecho a la vida. Y la televisión pasaba estas escenas, una tras otra, durante un infernal tiempo, y era convertido así el homicidio en una aburrida serie, en un mensaje que durante horas y días nos decía: “ves que matar no es nada, solamente unas luces y un estallido y nada más, casi como un juego de computadora. Ahora que lo viste cambiá de canal o sentate a cenar que no ha pasado nada en tu vida” Y esto es también lo importante, en mi vida no pasó nada, mi casa sigue intacta, mi comida humeante, y mañana volveré a trabajar, no pasó nada, solamente un programa televisivo más.




Las casas destruidas, los cuerpos mutilados, los dolores, los llantos, las pérdidas amorosas no se ven, solamente lucecitas cruzando el cielo oscuro, solamente eso.

Pero sí hizo y hace, sí la bomba también cayó sobre mi casa, sobre mi mente, también la violencia puso un huevo en mi corazón, las imágenes, las notas en los diarios, las voces de los locutores no fueron inocentes. Yo mismo me fui mimetizando con esas escenas, mi violencia fue repetición de aquellas otras, de esos pasos que nunca debieron andar, de esas luces malas que no debieron bajar del cielo.
Es así que la mirada se hizo mano, se armó, salió a matar mujeres, matar niños, a robar pero también golpear y matar, al fin nuestras calles se fueron acercando cada vez más a Irak.




Ahora, asustados, salimos a las calles pidiendo protección a los dioses o a los gobiernos. Y esta bien que lo hagamos y debemos hacerlo mucho más fuerte, gritar mucho más porque ellos también son responsables, pero cuidado, no son los únicos, nosotros también. No queremos entender que todo se relaciona con todo, que el universo es una unidad y que lo que sucede en Irak, en Afganistán, en Jujuy, en Santa Cruz o Buenos Aires también me sucede a mí. Nos encerramos en nuestro muy pequeño mundo egoísta y creemos que mientras podamos sobrevivir todo está bien, pero no, ahí está el error, el dolor nos alcanzará. 

Veamos sino lo que sucede con la televisión, eso que todos los días, inocentemente, sin querer darnos cuenta, porque nos entretiene, hacemos entrar en nuestra casa, que es también nuestro sentimiento y pensamiento. Podemos preguntarnos ¿qué hacemos mirando esos programas de televisión cuando quienes los hacen, los producen, no permiten que sus hijos, sus familiares, los miren?. Y mucho menos que participen,  ninguno de ellos quiere ver a sus familiares en bizarros realitis, a sus hijas semi desnudas en un baile del caño.  Insultos, gritos, humillación, mujeres expuestas como objetos que tienen un precio, la vida privada colocada como en una feria de rarezas para ser observada, comentada, criticada. Infidelidades, enfermedades, infecciones convertidas en espectáculo que todos devoramos, que por inercia seguimos mirando o escuchando sin decir nada, absorbiendo la sordidez que va contaminando la capacidad de discernir entre lo sano y lo enfermo, entre lo nutritivo y la chatarra. Un productor televisivo de apellido Rottemberg lo dijo de manera muy sintética: "Antes los padres me preguntaban dónde tenían que estudiar los chicos para ser actores, hoy me preguntan dónde tienen que ir para ser famosos Vamos por mal camino porque están recibiendo un mensaje malo",

Y todo esto va tomando forma,  y sale a la calle y en la esquina se convierte en ese que vende drogas, y  en el conductor alcoholizado, y en el hombre violento, y en los jóvenes descontenidos, y en los adultos cerrados en su egoísmo vacío.


Y por todos los canales y todas las radios hablan de paz, de diálogo, de entendimiento, mientras se hace el antagonismo, se hace la discriminación, la subestimación y el abuso que sale de las pantallas para llegar a las calles, a las escuelas, a los ministerios.


Ahora, asustados, salimos a las calles pidiendo protección a los dioses o a los gobiernos, indignados porque nos sentimos desprotegidos, porque no somos cuidados, y eso es cierto, tan cierto como que tenemos que aprender a cuidarnos nosotros mismos, apagar las pantallas que intoxican, silenciar los sonidos que contaminan, mirarnos a la cara con nuestros vecinos y señalar al violento, al que lucra con la salud y la educación, señalar a los cargos orgullosos e inútiles y sobre todo, no permitir la violencia construyendo la paz.

Las sombras se combaten encendiendo una luz.


Queremos la paz. Antonio Guijarro Morales











La Gioconda -detalle. Leonardo da Vinci
















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