sábado, 1 de diciembre de 2012

18 - Mente en reposo




18
Mente en reposo

Mi mente esta en reposo, como tirada en la arena tomando sol.
Veo pasar retazos de ideas ya gastadas de tanto dar vueltas,  cada día más deshilachadas, descoloridas, tanto que ni vale la pena nombrarlas. Giran como hojas caídas en un estanque de agua quieta, casi transparente, apenas movidas por el suave viento. Todo demasiado quieto para mi gusto ¿qué puedo hacer más que esperar?





Allí donde hay montañas debe haber  valles, donde hubo movimiento ahora quietud, a la pleamar sigue la bajamar, por eso no me extraña este descanso cerebral.
Tendré que esperar a que alguna de mis neuronas, ya aburrida, mire a su alrededor y decida pegar un salto hacia alguna zona no explorada, hacia una conexión antes no realizada, casi muy loca, pero distinta al fin, y entonces quizá se produzca ese raro estallido que no destruye sino que ilumina, cuando la mente parece de pronto abrirse  y llenarse de pura luz que por unos momentos me deja absorto, contemplativo, hasta que se  larga a correr por un nuevo camino.  

Reposo. Graciela María Casartelli

Aunque soy un hombre activo, no puedo negar el placer de siesta en el que mi quietud interna  parece acariciarme, seducirme con el reposo vago de las ideas que giran como caídas en un estanque.

Por eso hoy, este micro será nutrido con algunos sonidos que he guardado en el tiempo y que nos hablarán de otras cosas.



En primer lugar  algo escrito por mí  y luego volveremos a nuestro habitual modo de reflexión.



Hay horas

Hay horas, como esta, en que el pecho parece haberse convertido en cálido establo donde se albergan trozos pequeños, diminutos, casi apagados de un tenue dolor.
Carboncillos que apenas dan calor y un rojo salpicado de gris. De tan pequeños casi no se sienten, y se van hundiendo de a poco en la carne que los deja porque ellos también son su presencia.
Son dolores que imagino de la vejez, casi sin esperanza, o con una de muy corto andar.
El horizonte está demasiado cerca para algunas cosas.
En estas horas no me atrevo a pensar, no quiero saber. Ya sé demasiado.
No quiero enterarme que sus pasos, que sus risas, que …..
No he querido cambiar tu piel por el teclado, pero el teclado es lo posible.



…………………………………….

¡ESCUCHAD!

¡Escuchad!
Acaso, si las estrellas brillan,
¿es que hay a quien le haga falta?
¿Es que alguien quiere que estén?
Vladimir Maiakovski
¿Es que alguien toma estas escupitinas por perlas?
Y a gritos,
entre polvaredas de mediodía,
se abre paso hacia dios,
teme que nadie le espere,
llora,
besa su mano nervuda,
ruega,
¡habrá por fuerza una estrella!
clama,
¡no aguantará este calvario a oscuras!
Y después
anda inquieto,
con expresión de calma.
Le dice a alguien:
«¿Acaso ya no tienes nada?
¿No da miedo?
¡¿Sí?!»
¡Escuchad!
Acaso, si las estrellas
brillan,
¿es que hay a quien le haga falta?
¡¿Es que es preciso
que cada vez que anochece
sobre los tejados
se encienda siquiera una estrella?!


Me sigo preguntando como lo hizo nuestro  poeta Vladimir Maiakovskyi si es necesario que exista una estrella, que alguna poesía se cuelgue de la voz o de una música y hagan canto, que los colores o las formas pueblen paisajes. Es probable que a nadie haga falta, es probable que a nadie le importe  que estén, que su desaparición, mañana,  pase desapercibida y que los miles en el centro de la ciudad sigan girando y al atardecer regresen agotados a sus casas. Es probable que estos miles acostumbrados al pavimento, a la aburrida mediocridad de los informativos televisivos ni siquiera se den cuenta. Un día las estrellas se irán sin siquiera hacer ruido, no se apagarán, se irán de improviso, todas juntas en un éxodo hacia el infinito.
Estos miles regresarán en sus colectivos, bicicletas, en sus coches a sus casas , pero no, ahora estoy seguro como ante una revelación, ahora sé que en algún lugar de sus cerebros surgirá una inquietud,  molestia  ingrata, que por sus espaldas correrán escalosfríos y se mirarán  temiéndose  como si fueran desconocidos. Algo habrán perdido y no sabrán qué, buscarán en sus bolsillos, revisarán su cuerpo y seguirán sin saber.
A la noche estarán nerviosos, tendrán miedo y no querrán decirlo, estarán a la espera de lo inminente imposible de ser detenido, pavoroso, temerán quedar en perpetuo silencio, en puntos suspensivos.
Y no hay nada más terrible que  quedar-saberse un espacio entre dos tiempos, apenas un lapso.
No podrán tomar para sí nada, el deseo se habrá ido, ellos serán serán tránsito, camino hacia el vacío entonces, para qué buscar, para qué desear, lo efímero  será su tierra. No habrá espejos.


Ya no es pregunta poeta Vladimir, ya sabemos
Es que es preciso
que cada vez que anochece
sobre los tejados
se encienda siquiera una estrella



Ellas  son necesarias, son parte de  nuestro centro, tenemos comunidad de esencia. Acaso ¿no nos tranquiliza verlas?  No alcanza con saber, es necesario verlas, ver  que están ahí, quietas, apenas destellantes. Nos  muestran la ilusión de lo estable en la ronda de las horas y los días. Hoy están y mañana también y pasado y cuando no aparezcan, esa noche, será el anuncio de la llegada inminente.
Necesitamos ese apenas destello en el fondo oscuro para hacernos levantar la cabeza y mirar hacia la profundidad, quizá por eso quienes que vivimos en las ciudades llevamos  un melancólico gris impregnado en la mirada, en la piel y que no se quita por más marcas o modas que usemos, porque el firmamento se nos retacea entre monstruos de cemento y poder ver alguna vez la luna nueva es una invitación a la alegría.
Necesitamos verlas para poder pensar en un más allá de nosotros mismos, más allá de las rutinas, los quehaceres, las brumas, los rencores y poder perdernos en espacios que imaginamos infinitos, plenos de silencios o de luces o de sonidos celestiales.
¿Qué seríamos sin las estrellas?  ¿Qué extraños cucos nos cercarían? ¿Qué agujeros imposibles de narrar  brotarían en nuestras almas ahora descoloridas?
Las estrellas como la  poesía, la música, las palabras, las formas y colores, no son importantes, no son necesarias, son fundamentales.
Ellas  son fundamentales, son parte de  nuestro centro, con ellas, tenemos comunidad de esencia.









La mayoría de las IMAGENES han sido tomadas desde la web, si algún autor no está de acuerdo en que aparezcan por favor enviar un correo a  alberto.b.ilieff@gmail.com y serán retiradas inmediatamente. Muchas gracias por la comprensión.
 




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