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Límites rotos
Hace poco tiempo, el 14 de diciembre de 2012 una noticia más nos llegó de Estados Unidos
en la que se decía que un joven ingresó a una escuela primaria y mató a 27
personas, entre ellas a su propia madre. De esas 27 personas, 18 eran niños.
Recordé otros casos también sucedidos en ese país y busque
en internet. En lo que hallé me di
cuenta que no solamente a mí me había llamado la atención lo reiterado del tema,
descubrí que ya existían listas de homicidios.
De esos listados me llamó la atención que a partir de 2009se fueron incrementando. Mientras que en años anteriores a lo sumo se daban dos
situaciones de este tipo, y en algunos años ninguna, en el 2009 encontramos cuatro casos con cuarenta y cuatro personas asesinadas, en
2010 un solo caso con ocho muertos, en 2011 dos casos con quince muertos, y en
2012, tres situaciones violentas con un
total de cuarenta y seis muertos.
Todos estos incidentes fueron premeditados, los lugares
elegidos, las víctima totalmente indefensas por lo inesperado y sorpresivo del
ataque.
Las noticias en los diarios son simples letras negras, en la
televisión imágenes que pasan y pronto se olvidan. Al encontrar estos listados
de pronto me di cuenta de la magnitud de estos hechos y que cada uno de esos números
fue una persona, una vida humana con sus
dolores e ilusiones.
He preparado un extracto de los casos a partir del 2009
10 de marzo de 2009: Un hombre mata a diez personas, entre
ellas su madre, y se suicida.
29 de marzo de 2009: ocho personas son muertas en una
residencia para ancianos, el agresor resultó herido por la policía.
3 de abril de 2009:
Un hombre abre fuego en un centro para inmigrantes asesinando a trece personas.
5 de noviembre de
2009: Un psiquiatra militar en una base
militar mata a trece personas, hiere a cuarenta y dos.
20 enero 2010: Un
hombre asesina a ocho personas durante un tiroteo.
3 agosto 2010: Un
hombre que tenía problemas con sus empleadores mata a ocho compañeros en una
empresa, antes de suicidarse.
7 de agosto de 2011: Un hombre mata a siete personas, entre
ellos un niño de once años, antes de ser abatido por la policía.
12 de octubre 2011:
un hombre que tenía problemas con su ex esposa abre fuego en la peluquería
donde ella trabajaba, dejando ocho muertos.
2 de abril de 2012:
Un hombre mata a siete personas en una universidad religiosa antes de
entregarse.
20 de julio de 2012:
doce personas fueron asesinadas y unas cincuenta resultaron heridas en un
tiroteo en una sala de cine, durante el estreno de una película de Batman.
14 de diciembre de
2012: un joven mata a veintisiete personas, entre ellas dieciocho niños, en una
escuela, y es abatido.
Todo esto que parece sacado de una película es real, y nada
dice que no volverá a repetirse.
Al
principio eran francotiradores que disparaban contra cualquiera, últimamente
los tiros están dirigidos a niños y en el ámbito escolar.
En este
momento muchos expertos, y como sucede luego de cada uno de estos casos, trata
de dilucidar si el homicida fue una persona enferma de esquizofrenia o de algún
otro mal psiquiátrico, muy pocos se preguntan qué hay en esa sociedad que
genera homicidas y no de cualquier víctima.
Es mucho
más tranquilizador pensar, y que alguna persona con uno o varios títulos lo
confirme, que esos actos son “demenciales” o sea producto de la alteración
mental de una persona, es conveniente hurgar en su historia hasta encontrar
traumas, enfermedades mentales, disfunciones
familiares, drogadependencia o cualquier cosa que pueda justificar la matanza y
permitirnos sacar de nuestro centro de atención al mundo que hemos construido.
Porque en la enfermedad nadie es responsable, nosotros mucho menos, pero si no
es algo genético, o cerebral o psiquiátrico, ahí entonces nos vemos implicados,
y todos y todas somos responsables. Y lo somos de formas diferentes y
cambiantes, con el desinterés hacia el otro, con la aceptación de violencias
varias, al votar a cualquiera porque nos cae simpático, simpática o porque nos
hacen creer que ganará, porque aceptamos la desigualdad mientras no nos toque a
nosotros, y muchas más cosas.
Seguramente
en los homicidas encontramos un factor personal, no cualquiera es capaz de
llevar adelante actos de este tipo, pero lo personal no debe ocultarnos lo
social, porque esto pasa en una sociedad determinada y no en cualquier otra.
Un punto en
que los analistas coinciden es en la violencia siempre presente en la sociedad
estadounidense, que puede rastrearse de diferentes maneras y ópticas. Es un
punto también común para relacionar la violencia individual con la social, reseñar
las guerras o incidentes armados en que participó y participa este país,
también valen sus intervenciones indirectas en distintas zonas del mundo.
Como dije
cuando hablamos de los límites, la violencia es un mecanismo social, es una
forma que se enseña de cómo enfrentar determinadas situaciones, de cómo
relacionarse, por lo tanto es aprendida, y este es el lado esperanzador, si es
aprendida puede ser modificada.
Los
homicidios más que marcarnos una falla en el entramado social o en el
desarrollo personal de alguien, nos hablan de una sociedad que al mismo tiempo
que censura la violencia, la estimula y la premia. Dice oponerse a que una persona mate a otra
al mismo tiempo que crea y sostiene guerras, que sostiene la desigualdad social
que condena a millones de humanos al hambre, que no abastece de medicamentos a
quienes lo solicitan, en definitiva, que genera muertes.
Actualmente
en Estados Unidos se discute si se debe prohibir la tenencia de armas de
asalto, o sea que la cuestión no pasa por todas las armas sino por aquellas de
más peligrosidad. Esto es poner el tema en otro lado, dónde no está. Las armas son un
medio, son solamente un trozo de metal, somos las personas las que las usamos,
las que no tenemos límites o que llevamos nuestra frustración e insatisfacción a las balas con las que
suponemos la eliminaremos. Convertimos a esos niños, a esos hombres y mujeres
desconocidos, en objetos de nuestro
odio, de nuestro malestar, y los matamos,
como también matamos a esos enemigos de otros países, a esos otros que
suponemos vienen a destruirnos o a obstaculizar nuestros siempre mejores
planes. También ellos representan esa parte de la sociedad que nos dañó y
disparamos contra ellos como un modo fantasioso de terminar con la sociedad
opresiva, incapaz de tener en cuenta a
los humanos que somos, una sociedad genocida porque en cada guerra se manda a
la muerte a miles de nuestros compañeros de ruta, porque en el consumo se agota
la energía de las gente, porque con la comida chatarra, los agrotóxicos, la
minería contaminante, las drogas, la explotación, la trata de personas y la
prostitución, el materialismo sin fin ni objetivo, con todo esto y muchas otras
cosas, se violenta a la humanidad, se deja sin sentido nuestro paso por la
tierra, se nos impide desarrollar y vivir lo mejor que tenemos.
Esta
aparente libertad de elección, de poder consumir aquello que nuestra economía
nos permita, de ingerir o hacer aún lo que nos hace daño, de pagar y pagar y
pagar, es la forma más sutil de la esclavitud, del sometimiento, de la
destrucción de la libertad misma.
Estos
comentarios no tendrían ningún sentido si no nos hacen pensar, porque todo esto
sucede allá, en el norte, pero también acá, cerca de nosotros. Recordemos que
hace poco, en la provincia de Buenos Aires un empleado mató a balazos a
los dos dueños de la firma en que trabajaba y a un compañero, y tras prender
fuego unas oficinas se suicidó, o la masacre escolar de Carmen de Patagones
dónde un alumno disparó contra sus compañeros de aula provocando tres muertos y
cinco heridos. Recordemos también que
aunque de otro estilo, tenemos en
nuestro haber los atentados a la Amia y a la Embajada de Israel, los asesinatos
de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, por no decir los horrores
cometidos durante la dictadura militar, estos son solamente unos pocos casos.
Esto nos debe ayudar a elaborar un claro rechazo a cualquier
tipo de violencia, los humanos no somos descartables si no servimos a los
proyectos de alguien, debemos comprender que la vida es realmente lo único
nuestro hasta el final, y que no es material renovable, una vez rota ya no
tiene reparación.
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